En Luková, República Checa, la iglesia de San Jorge, construida en 1352, alberga una peculiar y sobrecogedora atracción: una congregación de esculturas fantasmales sentadas en los reclinatorios, creando la ilusión de una misa eterna. Este singular espectáculo ha logrado revitalizar el templo, atrayendo a visitantes de todo el mundo y propiciando incluso el retorno de las ceremonias religiosas.
La historia de la iglesia está marcada por infortunios, incluyendo incendios, derrumbes y supuestos eventos misteriosos. El punto de inflexión fue en 1968, cuando el techo se desplomó durante un funeral, llevando al cierre y abandono del edificio, que se ganó la reputación de estar embrujado. Durante la era comunista, la iglesia sufrió vandalismo y saqueos, perdiendo estatuas, pinturas e incluso su campana y reloj.
La resurrección de San Jorge llegó en 2012, cuando Jakub Hadrava, estudiante de la Universidad de Bohemia Occidental, eligió la iglesia como escenario para un proyecto artístico. Su visión fue crear nueve figuras de yeso a tamaño natural que representaran a los feligreses alemanes que, antes de ser expulsados tras la Segunda Guerra Mundial, asistían a misa en ese lugar. Utilizando a compañeros de clase como modelos y cubriéndolos con telas rígidas, Hadrava dio vida a estos "fantasmas" inmovilizados.
La iniciativa, que también buscaba recaudar fondos para el obispado de Pilsen, fue un éxito rotundo. La curiosidad que despertaron estas figuras atrajo un flujo constante de visitantes, lo que, sorprendentemente, llevó a la Iglesia Católica a reiniciar las actividades religiosas en San Jorge. El éxito permitió a Hadrava expandir su obra; hoy, la iglesia cuenta con más de 30 fantasmas, aunque aún es conocida como "la iglesia de los nueve fantasmas". Petr Koukl, cuidador voluntario, interpreta las esculturas como las almas de quienes solían habitar el templo, y los fondos recaudados gracias a la afluencia de turistas han permitido la reparación del techo y la restauración general del edificio.