Juan Martín Lembo Cailly
El club de los que no escuchan
En Mendoza, el peronismo acaba de protagonizar un retroceso estratégico que no puede explicarse sólo por el juego de internas. Lo que está ocurriendo es la reafirmación de un modelo político agotado, encapsulado en lógicas de poder local.Algunos intendentes decidieron ir por una lista propia en las próximas elecciones. Lo hicieron dejando afuera al kirchnerismo, al Frente Renovador, a la CGT, a la CTA, a los movimientos sociales y –casi como si buscaran dejar claro su desprecio por cualquier principio de federalismo interno– a intendentes con peso real como Celso Jaque (Malargüe), Emir Andraos (Tunuyán) y Edgardo Gonzalez (Lavalle). No es una anécdota. Es una declaración de guerra a la unidad que el peronismo necesita.
En un momento donde –a través de Fuerza Patria– se impulsa una estrategia de reconstrucción amplia, con base en el sindicalismo, los movimientos territoriales, las juventudes y el de todos los sectores que se identifican con el peronismo, la decisión de los intendentes mendocinos va exactamente en sentido contrario. Actúan como si el poder fuera sólo la suma de votos cautivos, padrones controlados y acuerdos entre cúpulas. Pero ese peronismo cerrado y conservador, que sólo se mira el ombligo municipal, ya no representa al pueblo trabajador. Es un peronismo sin pueblo.
Una decisión que podría cambiar el tablero
En este contexto de fragmentación, la decisión del gobernador Alfredo Cornejo de unificar la elección provincial con la nacional el próximo 26 de octubre introduce un factor clave. Si bien la medida buscó inicialmente aprovechar el arrastre de Javier Milei, el resultado podría ser el contrario: terminar favoreciendo a quienes logren sintetizar una propuesta nacional con arraigo popular y sentido colectivo.
Es en ese nuevo escenario donde Anabel Fernández Sagasti y los sectores que construyen en torno a Fuerza Patria ganan protagonismo. El eje de la elección ya no será "intendente sí o intendente no", sino Milei vs anti Milei. Y Sagasti representa, en Mendoza, esa expresión federal y militante de un frente nacional que busca frenar el experimento libertario, reorganizando al campo popular desde abajo hacia arriba.
La unidad que proponen los intendentes mendocinos es una unidad vacía de contenido, conservadora y de baja intensidad política. Frente a eso, el peronismo que se articula a nivel nacional —con Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Sergio Massa y los movimientos sociales— tiene otra potencia narrativa y otra musculatura territorial. Y si el eje electoral se nacionaliza, el "modelo feudo" entra en crisis.
Unidad no es uniformidad
Los intendentes creen que unidad es obediencia. Pero unidad no es uniformidad. Unidad es representación, es síntesis, es amplitud. Es construir una herramienta electoral que no reniegue de la historia reciente. Es abrir, no cerrar. Escuchar, no ordenar.
Y en Mendoza, lamentablemente, lo que se está viendo es un peronismo cada vez más parecido al radicalismo que supuestamente viene a enfrentar: fragmentado, gerenciado por estructuras, sin alma ni pasión, con figuras que operan en las sombras, pero dejan huellas profundas. En Mendoza, el apellido Ciurca sigue pesando como una piedra en el zapato del peronismo. El ex vicegobernador, ausente de la vida institucional pero siempre presente en los pasillos del poder, parece haber influido silenciosamente en el armado que hoy los intendentes defienden con uñas y dientes. No hace falta nombrar negocios, favores o lealtades históricas: basta con observar el resultado para entender que más que una estrategia política, lo que se impuso fue una lógica de reparto. El problema no es sólo lo que se armó, sino para quién se armó.
Y cuidado: porque si hay algo que Milei ha dejado en claro es que cuando la política se vacía de contenido, el antipolítico se llena de sentido. El pueblo no perdona las traiciones ni las tibiezas. Si el peronismo mendocino se presenta dividido es porque los que se dicen “orgánicos” decidieron excluir. No hay fractura: hay exclusión. Y esa diferencia no es menor.
El espejo de la Nación
Mientras tanto, en Nación, el peronismo empieza a recomponerse desde abajo. Fuerza Patria avanza en tejer lo que Milei quiso destruir: una red solidaria de actores populares, institucionales y territoriales que vuelvan a poner a la política como herramienta de transformación.
¿Cómo puede el peronismo mendocino sentirse parte de ese proyecto si ni siquiera es capaz de integrar a sus propios compañeros? Dejar afuera a Jaque, a Andraos, a Gonzalez, es también patear en contra del federalismo partidario. ¿Qué clase de conducción puede construirse cuando se silencia a los propios? El peronismo que viene no será de intendentes. Será de mayorías conscientes, de organización social, de síntesis generacional y política.
La ruptura la provocaron quienes no entienden que el país cambió, que las mayorías no se construyen con apellidos ni con sellos, sino con convicciones y calle. La provocaron quienes confunden representación con administración.