En los canales de Xochimilco, Ciudad de México, se esconde un lugar de leyenda y terror: la Isla de las Muñecas. Este sitio, al que se accede en una trajinera, un tipo de barca tradicional, es tan inquietante que muchos remeros se niegan a ir debido a supersticiones ancestrales. Al llegar a la isla, el visitante se encuentra con centenares de muñecas viejas, rotas y sucias colgadas de los árboles, creando un paisaje que es, a la vez, onírico y espeluznante.
La historia detrás de esta macabra colección es aún más perturbadora. Su origen se remonta a la década de 1950, cuando su antiguo propietario, Julián Santana, se obsesionó con la idea de apaciguar el espíritu de una niña que supuestamente se había ahogado en el canal años atrás. Santana, un agricultor local, se dedicó a recoger muñecas abandonadas por toda la ciudad y a colgarlas en los árboles de su isla como una ofrenda para protegerse de los espíritus.

Existen varias leyendas urbanas sobre su obsesión. Una de las más conocidas cuenta que Santana encontró una muñeca flotando en el agua poco después de que hallaran el cuerpo de una niña ahogada. Este evento lo perturbó profundamente, y a partir de ese momento, afirmó ser víctima de extraños fenómenos sobrenaturales que relacionó con no haber podido salvar a la niña.
Según el relato de su sobrino, Anastasio, la búsqueda de muñecas se convirtió en una tarea ardua para Santana, quien las usaba para ahuyentar a los espíritus que, según él, lo visitaban. Anastasio incluso aseguró que su tío escuchaba lamentos de una mujer y pasos que rondaban la isla. La historia de Julián Santana, un hombre atormentado por su pasado, ha convertido a la Isla de las Muñecas en un lugar de atracción turística para quienes buscan lo macabro, un recordatorio inquietante de una mente obsesionada por una tragedia.