Condenados
El relato de los soldados torturados por sus superiores en un “rito de iniciación”
Los militares fueron condenados por la Justicia Federal en Mendoza. Qué les hicieron a las víctimas.Los hechos ocurrieron en 2015 y el Tribunal Federal condenó a dos de los implicados en la última semana. Las víctimas indicaron que los hechos tuvieron lugar el 21 y 22 de mayo durante la realización de una instrucción de combate nocturno, denominada “campo de prisioneros” y luego en la celebración de un ritual de iniciación conocido como “chasqui de guerra”.
Dos instructores del Ejército fueron condenados por torturar a soldados en supuestos ritos de iniciación. Las víctimas relataron lo que padecieron.
Si bien los hechos parecen a los descritos por víctimas de los años 70, ocurrieron en 2015 y fueron soportados por aspirantes en la Compañía de Comunicaciones de Montaña 8 de Mendoza. Por esto, Lucas Daure Suárez y Sixto Julián Pucheta fueron condenados a 1 año y 6 meses de prisión condicional y 1 año de condicional respectivamente.
Las víctimas indicaron que los hechos tuvieron lugar el 21 y 22 de mayo durante la realización de una instrucción de combate nocturno, denominada “campo de prisioneros” y luego en la celebración de un ritual de iniciación conocido como “chasqui de guerra”.
“Cuando volvimos a la cuadra nos hicieron el chasqui de guerra… eran siete u ocho suboficiales que estaban todos en semi círculos hacia nosotros y nos hicieron pasar de a uno y ahí nos hacían poner rodilla a tierra, después nos hacían tomar un trago de alcohol y después nos picaneaban. Terminaron de picanearnos, nos levantamos, a cada uno nos decían algunas palabras y nos cacheteaban y cuando nos estábamos retirando nos pegaban coscachos y esas cosas…”, dijo Ismael Cortez, uno de los soldados.
Nicolás Francisco González Garberoglio relató: “Nos llevaron a dormir y como a la media hora nos despertaron a todos, diciendo que nos iban a hacer el chasqui de guerra como despedida, que consistía en formarnos a todos haciendo una fila y en la esquina de la cuadra, en la punta, estaban todos los instructores. Nos hacían arrodillar, nos decían algunas palabras, nos daban una descarga de corriente con el mismo teléfono”.
Mientras que Ignacio Gabriel Robledo aclaró que “no pedimos participar del chasqui de guerra, ni el grupo de comunicaciones ni ninguno de los otros grupos… Yo no quería pero creo que ninguno quería, algunos decían que no querían pero igual se lo hacían…”
Por su parte, Rodrigo Medina detalló que “nos ataron, nos tiraron al piso, nos pegaron con una varilla, nos hicieron sacar los borceguíes, las medias y con las mismas varillas nos pegaron en las plantas de los pies. Utilizando un teléfono nos aplicaban electricidad, es decir choques eléctricos, nos mojaron con agua fría y nos hicieron creer que era combustible, yo tenía los ojos vendados… Nos hicieron poner de rodillas y nos daban electricidad con el mismo teléfono. Se le dice teléfono pero… es un aparato como si fuera una picana vieja a la se le da cuerda y va cargando electricidad y la transmite. Los choques eléctricos eran fuertes y dolorosos, producían cosquilleos en el cuerpo… Los hechos se produjeron en la última noche y también en una oportunidad cuando nos hicieron ir a buscar una colación. Ahí nos ataron y también nos pegaban y nos preguntaban los nombres, se lo teníamos que decir en voz alta y a mí me pisaron la cabeza con los borceguíes, sentí que me dolió porque me pisaron fuerte”.
Ignacio Gabriel Robledo explicó que “el último día generalmente se hace un fogón de despedida y antes de ese fogón tuvimos un campo de prisioneros. Ese campo de prisioneros consistía en qué llegábamos, había dos grupos separados, era combate nocturno, eran dos pelotones, estábamos divididos, después nos juntaron a todos y nos mandaron al polvorín, nos hicieron sacar los borceguíes y los cordones, nos ataron con trapos y nos vendaron los ojos y con el baquetón que se usa para limpiar el FAL, nos pegaban en los nudillos y en los pies, para que dijéramos información para que dijéramos quién era nuestro jefe de compañía. Al no poder dar esa información nos tiraban agua y nos daban con la picana, ésta era un teléfono de campaña que tiene una palanca y magnetos, uno gira la palanca y genera electricidad que nos era aplicada… Era bastante fuerte, no sé si mortal pero te paralizaba. Después de eso, un compañero se quiso escapar del campo de prisioneros y lo agarró un cabo primero y lo tiró al suelo y lo empezó a golpear hasta que mi compañero se puso a llorar, ahí lo soltaron y lo volvieron a atar… Ese fue el último campo de prisioneros que tuvimos, anteriormente tuvimos dos más donde el trato fue parecido, porque en el primero estábamos en la materia combate y un compañero pidió ir al baño y pasó un rato y no volvía y entonces mandaron a otro compañero a buscarlo y así sucesivamente hasta que me tocó a mí, fui a buscar a mis compañeros, llegué al lugar y los tenían atados, me agarraron, me preguntaron quién era mi jefe de compañía, me agarraron entre tres y uno me apretaba la oreja, otro me doblaba el brazo y otro me pateaba la espalda. Como no me podían sacar información me pusieron boca arriba y con un bidón me tiraban agua en la cara, hasta que me ahogué y ahí me soltaron”.
En otro relato, el soldado Franco Israel Lucero Díaz dijo que “todo pasó una noche, tuvimos el Campo de Prisioneros y después tuvimos el chasqui de guerra. El Campo de Prisioneros se basaba en lo que nosotros podríamos vivir en caso de ser prisioneros de guerra, entonces empezaron los ejercicios, empezaron a atarnos los pies y brazos, ponernos en cadena, es decir atados unos a otros y ahí empezó utilizaron un teléfono de campaña de comunicaciones que da un choque eléctrico, nos mojaban y nos daban choques eléctricos”.
Daure fue reconocido por los testigos como instructor, mientras Pucheta era encargado de la compañía, a su vez, era encargado de NIB.
Por todo esto, el tribunal, integrado por los jueces Fabián Cortés, Pablo Salinas y Daniel Doffo encontró culpables a los imputados y los condenó responsables del delito previsto en el artículo 249 Bis del Código Penal. Asimismo, y con el propósito de evitar que hechos similares sucedan, exhortaron al Ejército Argentino para que arbitre los medios necesarios a fin de garantizar la evitación del uso de cualquier tipo de elemento que permita aplicar descargas eléctricas en cualquier parte del cuerpo a los soldados.
Un caso ya juzgado
Estos mismos hechos fueron denunciados en junio del 2015 por el comandante Gustavo Vidal y fueron condenados Juan Pablo Vega, Miguel Vergara, Alexander Skalmelka, Oscar Tobares, Nicolás Raso y Gustavo Brito. En 2024, Casación rechazó los planteos de nulidad de las defensas y confirmaron las condenas de entre 6 y 8 meses de prisión condicional.