Guillermo Mosso
El espejismo del “compre local”: el riesgo de alambrar el mercado
El autor es diputado provincial del PRO y explica los motivos por los que considera que no hay que garantizar cupo para trabajadores o empresas de servicios locales en los proyectos mineros o petroleros.En lugar de imponer estas leyes, el autor propone un modelo más inteligente: invertir en programas de desarrollo que fortalezcan a los proveedores locales para que sean competitivos por mérito propio. Esto incluye capacitación, certificaciones de calidad, acceso a financiamiento y una planificación estratégica previa. El objetivo es que lo local sea la mejor opción no por obligación, sino por su calidad y eficiencia, lo que permite construir un tejido empresarial robusto y sostenible a largo plazo, capaz de competir a nivel global y no depender de privilegios regulatorios.
Cuando se está debatiendo sobre desarrollo productivo a partir de la minería o el petróleo, suele aparecer la propuesta de sancionar leyes de “compre local”. Sobre el papel suena bien: proteger y darles una mano a las empresas de la provincia, garantizándoles un mercado. Pero en la práctica, estas leyes muchas veces terminan logrando lo contrario de lo que prometen.

Lo que se presenta como herramienta de desarrollo suele transformarse en un cerrojo. En lugar de fomentar competencia y calidad, estas normas pueden convertirse en un verdadero coto de caza para unos pocos que tienen el mercado asegurado sin necesidad de mejorar precio ni servicio. Y eso trae consecuencias concretas:
- Los proyectos se encarecen. Si lo importante es el domicilio antes que el costo o la calidad, los bienes y servicios se vuelven más caros y las obras pierden competitividad.
- Se frena la innovación. El proveedor que sabe que igual le van a comprar deja de invertir, de capacitarse y de mejorar sus procesos.
- Se generan privilegios. No todos los empresarios locales se benefician, sino los que saben moverse en la maraña legal o tienen más llegada política. Eso abre la puerta a favoritismos y hasta a posibles hechos de corrupción.
Los riesgos son claros: cuando el Estado se convierte en “policía” de estas leyes, termina actuando como lobbista involuntario de empresas que no quieren competir. En vez de premiar la eficiencia, se protege al que presiona más o mejor.
Y cuando se “alambra” el mercado con regulaciones o privilegios, en lugar de integrar a más actores y generar cadenas productivas reales, se terminan creando circuitos cerrados donde pocos se reparten el negocio. Es un pasamanos que concentra beneficios y frena el desarrollo.
Hacia un modelo más inteligente
La alternativa a esto es poner en marcha programas serios de desarrollo de proveedores locales que los hagan competitivos por mérito propio. Esto implica:
- Capacitación y asistencia técnica para mejorar procesos.
- Certificación de normas de calidad e innovación.
- Redes de contacto y alianzas para integrarlos a cadenas de valor nacionales e internacionales.
- Incentivos tributarios para las empresas que demuestren que suman proveedores locales genuinos.
- Acceso a financiamiento para inversión en equipamiento
Pero el desarrollo no es solo técnico o financiero: es también estratégico. Hay que generar diálogos previos entre esas grandes empresas que traen los proyectos y el entramado local. Se trata de conocer con tiempo las necesidades de bienes de capital, de insumos y perfiles de mano de obra profesional o técnica, para poder diseñar programas de formación junto a municipios, provincias, universidades e institutos.
Al mismo tiempo, hay que mapear rubros donde ya existe capacidad instalada -como metalmecánica o industrias de servicios- y ayudarlos a escalar y tecnificarse para que puedan integrarse como eslabones de la cadena de aprovisionamiento, cumpliendo certificaciones y otras exigencias.
No cualquier empresa está en condiciones de ser proveedor directo de una gran minera: se necesitan procesos de clase mundial, certificaciones internacionales, escala de producción y capacidad financiera para sostener grandes contratos. Por eso, muchas veces lo más inteligente es dar un paso intermedio y convertirse primero en proveedor de los proveedores que ya operan con esas empresas en otras geografías, ganando experiencia y capacidad hasta poder entrar de forma gradual y sostenible a la cadena de valor principal.
Es plantear un camino de crecimiento: empezar como partner de quienes proveen directamente a la minera, ganar experiencia, mejorar estándares y construir paso a paso las capacidades necesarias para competir en la liga mayor. Ese recorrido no solo fortalece a la pyme, a la empresa de la zona, sino que también va tejiendo una red de valor local cada vez más robusta y competitiva.
Un ejemplo concreto
Tomemos el caso de un camión minero de gran porte que la Argentina no produce y debe importarse. Que la máquina llegue del exterior no significa que todo lo demás también deba venir de afuera.
Para tener al camión operativo en la mina, se necesita una extensa cadena de valor, que con el tiempo puede llegar a generarse localmente: neumáticos, lubricantes, filtros y repuestos de desgaste, combustible, servicios de mantenimiento preventivo y correctivo, reparación de tolvas y chasis, recapado de neumáticos, calibración de sistemas electrónicos, formación de choferes, mecánicos y técnicos, logística de transporte de insumos y repuestos, software de gestión de flota, telemetría y servicios complementarios entre otros. Cada uno de estos eslabones puede dinamizar economías regionales y crear empleo calificado alrededor de los equipos que entran en producción.
Por eso es vital planificar con anticipación. Lo inteligente es preparar ese entramado antes de que llegue la primera máquina, mirando las experiencias internacionales que lograron integrar exitosamente a las comunidades en grandes proyectos. No se trata de improvisar cuando la obra ya está en marcha.
Hay que sentarse con las empresas en las etapas iniciales, elaborar un mapa de necesidades productivas y convertir esa información en planes de capacitación, de incentivos y de infraestructura, que pongan a los proveedores locales en condiciones de participar desde el primer día. Provincias y municipios tienen un papel fundamental: son quienes pueden ordenar este diálogo y hacer que el aterrizaje de un proyecto se convierta en un verdadero plan de desarrollo regional.
Competir para ganar
El objetivo no debe ser obligar a comprar lo que está más cerca, sino lograr que lo local sea la mejor opción, incluso si tuviera que competir de igual a igual con cualquier proveedor del país o del mundo. Solo así se construye un tejido empresarial local fuerte.
De lo contrario, se corre el riesgo de repetir lo que pasó con la promoción industrial en varias provincias: empresas que existían solo mientras duró el beneficio y que cerraron cuando desapareció la ventaja. Una economía sostenida en alambrados regulatorios es frágil; una economía basada en la competitividad es la que puede sostenerse y crecer en el tiempo.