Más allá de anuncios de tono electoralista que buscan polarizar y desviar la atención de los problemas reales que enfrentan millones de argentinos, si el Presidente Milei pretende castigar a quienes pensamos distinto y penalizar las decisiones de los legisladores nacionales, debería primero reformar la Constitución Nacional, concretamente el artículo 68.

Para que el Congreso pueda evaluar si las leyes que aprobamos contribuyen a generar o aumentar el déficit fiscal, lo primero que debe hacer el Ejecutivo es permitir que contemos con un Presupuesto Nacional. Sin embargo, por decisión del propio Presidente Milei, llevamos dos años consecutivos sin este instrumento fundamental para la planificación del país. Es la única vez que esto sucede en la historia de nuestra democracia y responde a una clara intención de manejar los recursos de forma discrecional.
Si la voluntad del oficialismo es agravar penas ya contempladas en el Código Penal, debería empezar por sancionar a aquellos funcionarios que no cumplen con sus responsabilidades y que administran de forma incorrecta los fondos públicos. Un ejemplo concreto es el impuesto a los combustibles, del cual no se transfiere el 28,58% a Vialidad Nacional para el mantenimiento y reconstrucción de la red vial, como marca la ley.
Gobernar también implica lograr equilibrio institucional, federal y social, actuando con sensibilidad y priorizando la solución de las necesidades más urgentes de la ciudadanía, como la educación y la salud.
Nadie discute la importancia del equilibrio fiscal; de hecho, el proyecto de déficit cero ya fue presentado en la época de Cavallo, y en 2022 varios legisladores, incluido quien suscribe, propusimos iniciativas similares. Pero ese equilibrio fiscal debe ir acompañado de otros pilares:
• Equilibrio institucional, garantizando el respeto y la independencia de los tres poderes del Estado.
• Equilibrio federal, cumpliendo con las leyes de coparticipación y transfiriendo en tiempo y forma los recursos que corresponden a las provincias.
• Equilibrio social, logrando una armonía entre la macroeconomía y la microeconomía, sin olvidar el impacto real de las políticas en la vida cotidiana de la gente.
En síntesis, para gobernar bien no basta con ajustar las cuentas: hay que hacerlo con sensibilidad, respeto por las instituciones y compromiso con todos los argentinos.