Para millones de personas, el café es un ritual matutino indispensable. Sin embargo, la idea de que esta bebida es una fuente directa de energía es, en realidad, un malentendido científico.
Expertos en biomedicina y nutrición señalan que el café no produce energía, sino que actúa como un supresor del cansancio natural de nuestro cuerpo, engañando a nuestro cerebro para que se sienta alerta.
El secreto reside en una molécula llamada adenosina. A medida que estamos despiertos, nuestro cerebro la produce de forma constante.
La adenosina se acumula en los receptores neuronales y es la responsable de la sensación de sueño y fatiga. Es el mecanismo biológico que nos indica cuándo es el momento de descansar. Ahí es donde interviene la cafeína.

Debido a su estructura molecular similar a la de la adenosina, la cafeína se adhiere a sus mismos receptores, impidiendo que la adenosina transmita la señal de cansancio.
El cerebro deja de recibir esta alerta, lo que nos hace sentir más despiertos y concentrados, aunque las reservas energéticas del cuerpo no se hayan recuperado. Este efecto temporal explica por qué, una vez que el cuerpo metaboliza la cafeína, la adenosina acumulada irrumpe de golpe, provocando el famoso "bajón" que se manifiesta con fatiga, somnolencia y falta de concentración.
Si bien el consumo moderado de café (hasta 400 mg diarios) puede ser parte de un estilo de vida saludable e incluso mejorar el rendimiento, es crucial entender que su efecto estimulante no debe confundirse con una verdadera recarga de energía. La clave para un bienestar sostenible sigue siendo un descanso adecuado.