Cuando pensamos en bumeranes, la mente suele transportarse a las culturas aborígenes australianas. Sin embargo, un extraordinario hallazgo en la cueva Oblazowa, al sur de Polonia, está rompiendo este esquema. Arqueólogos han desenterrado un bumerán de marfil de mamut que, con una antigüedad de aproximadamente 40.000 años, no solo es el más antiguo de Europa, sino que podría ser el más antiguo del mundo. Este artefacto, meticulosamente tallado, nos obliga a reconsiderar las impresionantes habilidades tecnológicas y cognitivas de los primeros Homo sapiens en el continente.
El estudio, publicado en PLOS One, valida su datación rigurosa en el Paleolítico superior, un momento crucial para el desarrollo humano. Este objeto es mucho más que una curiosidad; es una ventana directa a la sofisticación de nuestros ancestros. La pieza de 72 centímetros, encontrada entre sedimentos cubiertos de ocre, presenta una forma curvada y un acabado que inmediatamente la vincularon con bumeranes no retornables.

Lo que más asombra de este bumerán es la tecnología avanzada que representa. Fue cuidadosamente tallado, pulido y modificado en un material tan difícil como el marfil, mostrando estrías diagonales y líneas paralelas, algunas de las cuales podrían ser decorativas. Incluso se hallaron restos de pigmento rojo, lo que sugiere un posible valor simbólico o ritual. Su aparente orientación para diestros y el desgaste en ciertas zonas indican un uso frecuente, quizás en la caza o en actividades domésticas, revelando una herramienta multifuncional.
Este descubrimiento es singular para la arqueología polaca y prehistoria europea, ya que desafía la idea de que invenciones complejas como el bumerán eran exclusivas de ciertas regiones o posteriores. La asociación del bumerán con restos humanos de Homo sapiens y objetos de la cultura aurignaciense temprana —conocida por su explosión de comportamientos simbólicos— lo sitúa firmemente en un contexto de creatividad e ingenio ancestral. La cueva Oblazowa no era solo un refugio, sino un espacio de actividad compleja, evidenciando una capacidad para trabajar materiales difíciles y un pensamiento avanzado en condiciones glaciares. Este bumerán es una prueba irrefutable de que nuestros antepasados eran, sin duda, grandes inventores.