Nadie se anima a decir que el rey está desnudo

Quizás sea porque los medios están atados a la pauta oficial. También puede deberse a que los empresarios tienen miedo a represalias. Sea por lo que sea, nadie se atreve a levantar la voz en una provincia en la que el poder está totalmente concentrado.

POLITICA

En el sector turístico se critica la falta de estrategia del EMETUR, pero nadie se anima a decir públicamente que el gobierno fracasa con sus campañas intermitentes para atraer visitantes. En el sector productivo siguen con indignación la repetitiva historia de los pozos de agua que son autorizados en un área restringida de Agrelo. En los medios, periodistas se frustran cuando no les dejan publicar noticias como el aumento del 42% que tuvo este mes el gobernador y todo su gabinete. En Mendoza, nadie se atreve a hablar de "El traje nuevo del emperador".

El cuento escrito por Hans Christian Andersen en 1837 cuenta la historia de un rey al que lo convencieron de que le habían fabricado el traje con la seda más fina del mundo. Los estafadores le cobraron fortunas por confeccionar la prenda en una tela que era tan microscópica y liviana que solo podían verla las personas idóneas para el cargo que ostentaban. Y, para no quedar como mediocres, nadie -ni el propio rey- se animaba a decir que no eran capaces de observar tan refinada vestimenta. Hasta que un niño dijo lo que todos sabían: el rey estaba desnudo.

En Mendoza, no es el ridículo lo que genera temor a expresarse. Aunque la provincia se jacte de una institucionalidad modelo; periodistas, empresarios y funcionarios evitan cuestionar al emperador por miedo a las consecuencias. Y el último ejemplo de ello está vinculado con la autorización de Sergio Marinelli para que se realicen 9 perforaciones de agua en un área restringida de Agrelo. Empresarios, productores y regantes se indignan con la medida, pero ninguno se atreve a plasmar su nombre en el recurso judicial que presentó este viernes el abogado Marcelo Romano.

Romano presentó una acción de inconstitucionalidad contra la resolución 125 firmada por Sergio Marinelli. Entre otras cosas, el exsenador provincial alega que se omitió la Evaluación de Impacto Ambiental exigida por la Ley 5961, negando además la información pública y la audiencia ciudadana obligatoria. Además, agrega que el propio Departamento General de Irrigación reconoció desde hace más de 25 años la sobreexplotación del acuífero además de que informes técnicos del INA, la UNCuyo y Mekorot advierten riesgos críticos pero todos fueron desoídos.

Marcelo Romano firmó la acción como regante, pero a pesar de sus esfuerzos no consiguió que otros regantes o empresarios acompañaran la medida. No porque no estuvieran de acuerdo, sino por miedo a las consecuencias.

En el ámbito político pasa algo similar. Dirigentes oficialistas que están molestos por la decisión de formar un frente electoral con La Libertad Avanza no hacen público su descontento. Y los que lo hacen, cuidan las formas para no despertar el enojo del gobernador. De una u otra forma, lo ocurrido años atrás con el intendente Daniel Orozco es una muestra de lo que le puede llegar a ocurrir a cualquiera que se anime a "sacar los pies del plato".

Orozco pasó de ser el mejor intendente de Las Heras desde el regreso de la democracia a ser amenazado con desfilar por los pasillos del Poder Judicial. Y la amenaza se convirtió en realidad, por lo que nadie quiere seguir ese camino.

En la provincia de Mendoza se prometen cosas que no se cumplen. Potasio Río Colorado es un ejemplo claro y sin embargo nadie cuestiona los incumplimientos en el plan de obra. YPF retrae sus operaciones y la empresa que las absorbe entró en default. El presidente de EMESA se va a trabajar a IMPSA, los integrantes de Impulsa Mendoza se quedan con la propiedad de proyectos mineros en Malargüe. La presidenta del EMETUR hace malabares para no hablar de una temporada invernal calamitosa. Médicos renuncian en el Hospital Notti. Personas en situación de calle fallecen en la vía pública. Se autorizan pozos de agua en una zona restringida. Y nadie dice nada.

El gobernador camina por las calles con su traje nuevo y sus aduladores lo aplauden. Hasta que alguien se atreva a gritar sin miedo que en realidad está desnudo.

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