Durante décadas, la ciencia del atractivo facial ha postulado que la simetría perfecta era uno de los pilares de la belleza. Sin embargo, una investigación reciente y de gran envergadura, publicada por un equipo internacional de científicos, ha puesto en jaque esta premisa. El estudio concluye que la distinción (o su opuesto, la prototipicidad) y la feminidad son, en realidad, los factores más influyentes y universalmente valorados en la percepción del atractivo facial, relegando la simetría a un papel secundario.
Este ambicioso proyecto no se limitó a una sola cultura o región. Los investigadores analizaron un impresionante conjunto de datos: 1550 rostros naturales de 10 poblaciones diversas alrededor del mundo. Desde Brasil y Colombia hasta India, Rumania, Turquía, Reino Unido, Camerún, Chequia, Namibia y Vietnam, la muestra buscó reflejar la heterogeneidad de la morfología facial humana. Para ello, utilizaron morfometría geométrica avanzada con 72 puntos de referencia faciales, combinada con un marco estadístico bayesiano, lo que permitió un análisis profundo y robusto de los componentes estructurales de la belleza.

La promediación vence a la distinción
Uno de los hallazgos más contundentes del estudio es el impacto negativo de la distinción en el atractivo percibido. Esto significa que los rostros cuyas proporciones se acercan más al "promedio" o a la tipicidad de una población son considerados más atractivos. En otras palabras, preferimos lo familiar, lo que se alinea con la idea de prototipicidad facial. Esta preferencia es estable en todas las poblaciones estudiadas, sugiriendo un mecanismo universal en la percepción de la belleza. Se postula que la promediación podría estar asociada con indicadores de buena salud o incluso con una mayor facilidad de procesamiento cerebral.
Feminidad como atractivo universal
En cuanto al dimorfismo sexual, el estudio corrobora resultados previos que indican un efecto positivo de la feminidad en la evaluación masculina del atractivo facial femenino. Los rasgos faciales femeninos acentuados (como ojos más grandes, nariz más pequeña y pómulos definidos) son consistentemente percibidos como más atractivos por los hombres a nivel global.
Por otro lado, la preferencia por la masculinidad en los rostros masculinos demostró ser nula o débil. A diferencia de la feminidad, no existe una preferencia robusta y universal por rasgos masculinos acentuados (como mandíbulas prominentes o cejas pobladas) en el atractivo masculino. Esta variación sugiere que otros factores, quizás culturales o contextuales, podrían influir en esta percepción.