La vitivinicultura en jaque: pocas ventas y cortes en las cadenas de pago
El caso Norton expuso una realidad que se extiende en buena parte del sector vitivinícola: el consumo interno en caída, los altos costos y la falta de financiamiento complican el presente de bodegas y productores.
La caída del consumo interno golpea con fuerza a la industria vitivinícola, que acumula altos niveles de stock sin salida comercial.. Foto: Gentileza Acovi
El caso de Bodega Norton encendió las alarmas en la vitivinicultura argentina, al revelar un panorama de caída del consumo, acumulación de stock y cortes en la cadena de pagos. Según Mauro Sosa, del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, “el mercado está paralizado” y la falta de ventas afecta tanto a bodegas como a productores, con precios deprimidos y costos en alza, especialmente por la energía. El dirigente advirtió que cada crisis deja secuelas en forma de abandono de viñedos o cierres de bodegas.
Desde la Unión Vitivinícola Argentina, Sergio Villanueva reconoció que existen tensiones financieras estructurales y que la recesión golpea la rentabilidad. Aunque ve oportunidades en exportaciones y mostos, alertó que la incertidumbre económica y las altas tasas de interés condicionan la planificación del sector.
El reciente caso de Bodega Norton, que enfrenta dificultades para cumplir con sus compromisos financieros, encendió una alarma en toda la industria vitivinícola. Si bien las autoridades de la empresa atribuyeron el problema a cuestiones de financiamiento y a un contexto internacional complejo, distintos referentes del sector reconocen que la situación refleja un escenario más amplio: caída del consumo, acumulación de stock y cortes en la cadena de pagos.
“El mercado está paralizado. No hay ventas ni compras en el mercado de traslado, y eso responde a que en la góndola tampoco se está vendiendo”, explicó Mauro Sosa, gerente del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este. Según detalló, la falta de movimiento se traduce en dificultades para mantener el flujo de fondos dentro del sistema productivo: “Las bodegas hacen promociones para mover la caja, pero el esquema recesivo de consumo no ayuda. Esto lo advertimos en junio con una propuesta concreta para estimular el precio del vino, pero no hubo respuestas”.
El freno en las ventas repercute directamente sobre los fraccionadores y los productores. Sosa señaló que unas ocho empresas concentran una gran cantidad de vino en vasija, sin colocar en el mercado, lo que agrava la falta de reposición y profundiza los desequilibrios en la cadena. “No es solo un corte de pagos, sino una cadena de consecuencias”, resumió.
Productores en alerta
El impacto del parate comercial golpea con fuerza a los viñateros. Los costos de producción siguen en alza —particularmente la energía eléctrica— mientras los precios del vino y de la uva tienden a la baja. “Los precios están deprimidos, y eso va a influir directamente en la formación del precio de la uva. La situación es crítica”, advirtió Sosa.
La caída del consumo interno golpea con fuerza a la industria vitivinícola, que acumula altos niveles de stock sin salida comercial.
La pérdida de rentabilidad y la falta de liquidez generan temores sobre el futuro inmediato. Aunque no se prevé que la próxima cosecha esté en riesgo, las consecuencias podrían ser severas. “Siempre la cosecha se levanta, pero no sin consecuencias. Cada crisis deja secuelas que se traducen en abandono de viñedos o cierre de bodegas”, indicó el dirigente.
La caída del consumo es otro factor central. “Pasamos de 90 litros por habitante por año a 16 o 15. La superficie cultivada se redujo y la actividad se concentró. Todo eso deja marcas”, agregó Sosa.
Una industria en transición
Desde la Unión Vitivinícola Argentina (UVA), su gerente Sergio Villanueva sostuvo que el caso Norton debe analizarse dentro del contexto de una empresa particular, pero reconoció que existen dificultades estructurales. “No aparece como un tema generalizado, pero hay empresas con más rigidez de costos que pueden enfrentar crisis económico-financieras. La situación no está fácil”, dijo.
Villanueva explicó que la contracción del mercado interno y la competencia entre productos de bajo precio presionan la rentabilidad del sector. “En una economía recesiva o con menos ventas, se puede generar un descalce financiero. Cuando se vende más barato, los costos fijos empiezan a pesar, y cada empresa tiene que revisar su estructura”, apuntó.
Según el dirigente, la situación de los productores tampoco es buena, debido a los precios bajos y la falta de previsibilidad. No obstante, remarcó que hay factores que podrían equilibrar el panorama: “La escasez de agua, los riesgos climáticos y la reducción de cosechas en el hemisferio norte pueden generar una mejora relativa. Además, puede haber una salida interesante de mostos y vinos a granel o fraccionados”.
Los productores advierten que los precios bajos y los altos costos amenazan la rentabilidad antes de la próxima cosecha.
Expectativas y desafíos
Para Villanueva, el principal desafío del sector es mantener la calidad con precios razonables, buscando nuevos mercados y productos. “El consumo interno representa el 75% del volumen total, pero también hay que diversificar hacia mostos, pasas o jugo de uva. En lo que es vino, hay que favorecer la exportación aprovechando coyunturas internacionales”, afirmó.
De cara a los próximos meses, el ejecutivo advirtió que las tasas de interés altas, la incertidumbre económica y política y la volatilidad cambiaria condicionan cualquier proyección. “Estamos en un período de transición. El precio del vino depende de la escasez, de las expectativas y de la tasa de interés. Hoy las bodegas necesitan estabilidad para planificar y sostener el empleo”, concluyó.
Mientras tanto, en las regiones productoras, los viñateros miran con preocupación el avance del calendario. Si los precios no repuntan y el consumo no se reactiva, la próxima vendimia podría encontrar a muchos con almacenes llenos y cuentas vacías, un símbolo claro del momento que atraviesa la vitivinicultura argentina.