¿Por qué los alimentos fermentados pueden mejorar la salud de los chicos?

Un patrón alimentario con alta ingesta de determinados microbios vivos se asocia a una mejor diversidad bacteriana y a beneficios digestivos. 

Alimentos fermentados
SOCIEDAD

La ingesta de alimentos fermentados, que aportan microorganismos vivos, tiene el potencial de impactar de manera contundente en la salud humana durante toda la vida, pero especialmente en la infancia, una etapa crítica para la consolidación del sistema inmunológico y metabólico.

Sobre este tema disertaron referentes de PROFENI, profesionales de la salud abocados al estudio de la nutrición infantil, durante Microbiota Buenos Aires 2025 y una de sus integrantes, la Dra. Romina Lambert , médica especialista jerarquizada en pediatría y nutrición del Hospital Italiano Regional del Sur de Bahía Blanca describió que la microbiota intestinal es “un ecosistema dinámico y fundamental para la salud pediátrica”.

“Los primeros años de vida son determinantes en la conformación de este universo microbiano, influido por el tipo de parto, la alimentación, el uso de antibióticos y el entorno ambiental. La microbiota es un órgano en sí mismo: participa en el metabolismo, la maduración inmunológica, la protección frente a patógenos y la modulación de la inflamación sistémica”, señaló la Dra. Lambert al destacar que su desequilibrio se asocia con enfermedades digestivas, inmunológicas, respiratorias, dermatológicas, obesidad e incluso alteraciones del desarrollo neurocognitivo.

A partir del impacto potencial de la microbiota en la salud desde etapas tempranas de la vida, la Dra. Andrea González, jefa del Departamento de Alimentación del Hospital de Gastroenterología ‘Dr. C. Bonorino Udaondo’, propuso mirar la alimentación infantil desde una perspectiva de comensalidad, en la que los adultos modelan los hábitos de los niños a través del ejemplo: “La infancia es el momento ideal para sentar las bases de hábitos alimentarios saludables que duren toda la vida. Es un proceso, una construcción, y requiere tanto ofrecer alimentos saludables como enseñar a disfrutarlos y compartirlos”.

La microbiota se alimenta de lo que comemos y, en contrapartida, también impacta en ella lo que dejamos de comer: somos lo que nuestra microbiota recibe y, si no se aporta variedad, se resigna diversidad microbiana y resiliencia metabólica.

La microbiota es un órgano en sí mismo

Recuperar el contacto con los microorganismos vivos con alimentos fermentados 

El contacto con microorganismos vivos se vio drásticamente reducido a partir del estilo de vida moderno -dietas industrializadas con elevado aporte de nutrientes críticos-, menos exposición al ambiente natural, cesáreas innecesarias y uso frecuente de antibióticos.

“Consumimos cada vez menos microbios y eso repercute en la diversidad de nuestra microbiota intestinal, con consecuencias en el desarrollo inmunitario y metabólico. Los alimentos fermentados constituyen una fuente accesible de microorganismos beneficiosos y son una vía para reconectar con la naturaleza microbiana que perdimos”, afirmó el Gabriel Vinderola, doctor en Química, investigador principal del Instituto de Lactología Industrial (CONICET-UNL), docente de la Universidad Nacional del Litoral e integrante de PROFENI.

Un patrón alimentario con alta ingesta de determinados microbios vivos se asocia a una mejor diversidad bacteriana y a beneficios digestivos, inmunológicos e inclusive cardiovasculares.

Entre los fermentados, el yogur es el más integrado culturalmente en nuestro país, el más aceptado e indicado en niños, ya que -a diferencia del kefir- no contiene alcohol, y su ingesta sostenida contribuye a aumentar la diversidad de la composición de la microbiota, incrementando la cantidad de bacterias productoras de butirato, un metabolito clave en la salud intestinal.

“El yogur es un producto de un elevado perfil nutricional por su aporte de calcio, proteínas, vitaminas, pero además agrega microorganismos vivos y, algunos, inclusive probióticos. Es absolutamente seguro, ya que se produce con leche doblemente pasteurizada y no representa ningún riesgo bacteriológico, ni siquiera si se interrumpe por algunas horas su cadena de frío. De hecho, es una muy buena opción para la vianda escolar por su perfil nutricional y estabilidad microbiológica”, agregó el Dr. Vinderola.

También sugirieron repensar el modo en que se gestionan los alimentos en el contexto de desperdicio global de más del 30% de los alimentos que se producen: “es momento de discutir la sustitución de la fecha de vencimiento estricta por una de consumo preferente, como sucede en otros países del mundo, especialmente en productos fermentados estables, para reducir el desperdicio, evitar miedos innecesarios y mejorar el aprovechamiento de los recursos”.




 

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