Griselda Petri no participó del Congreso de Mujeres Radicales y se tensa el acuerdo
La vicepresidente de la Unión Cívica Radical de Mendoza decidió no asistir por contradicciones ideológicas. Repudió el documento que se difundió porque "atrasa". Esta situación se produce cuando dentro del radicalismo, el sector de Luis Petri y el de Alfredo Cornejo, buscan un acuerdo.
En duros términos la vicepresidente de la UCR de Mendoza, Griselda Petri, expresó que decidió "no participar decidí del XII Congreso de Mujeres Radicales que se desarrolló en Santa Rosa, La Pampa, con referentes de todo el país por ser contrario a las ideas que abrazo y defiendo. Repudio el documento que sacaron no solo porque ATRASA si no porque además es contrario al proceso de transformación y recuperación de la Argentina que está llevando a cabo el Gobierno Nacional sacándola de este efecto de posguerra en que la dejó la CORRUPCION Kirchnerista".
Justo el faltazo de Griselda Petri se produce a pocos días de otro faltazo, el de su hermano Luis y de todos los miembros de su sector al Congreso Radical en el que se iba a decidir cómo definir las candidaturas para los comicios intermedios.
¿Qué dice el documento?
Titulado "Nosotras, radicales frente a los grandes retrocesos en los derechos de las mujeres" se explica que "en el mundo y en la Argentina, los derechos de las mujeres retroceden frente al avance de fuerzas políticas que transforman el odio en doctrina.
La ultraderecha global construye su discurso negando la igualdad, atacando al feminismo y reduciendo a las mujeres a un rol subordinado y reproductivo. La ofensiva de la ultraderecha no es sólo un fenómeno político, sino también cultural y comunicacional.
Se trata de un proyecto que busca destruir el sistema de partidos, deslegitimar al Estado, desmantelar las instituciones que garantizan políticas y efectivización de derechos y desarticular todo mecanismo de control democrático. Este modelo de sociedad promueve la individualización extrema, atacando las nociones de comunidad, la ética de la solidaridad e igualdad.
En este marco, las redes sociales juegan un rol central: lejos de ser espacios neutros de participación, se han convertido en escenarios de violencia simbólica, desinformación y hostigamiento sistemático, particularmente hacia mujeres, diversidades y juventudes. El discurso de odio y la violencia digital son hoy una de las principales barreras para la participación política y social de las mujeres. Combatir esta cultura del desprecio y la desinformación es también una tarea feminista y democrática.
En nuestro país, este retroceso se profundiza con decisiones de gobierno que eliminan áreas específicas de género, promueven una regresión ideológica sin precedentes, realizan una drástica reducción de recursos y el recorte presupuestos destinados a políticas de igualdad, siendo las políticas de cuidado una muestra concreta de este desmantelamiento.
El reciente índice de desocupación del 7,9% afecta de manera particular a las mujeres, especialmente a las más jóvenes, que enfrentan niveles de desempleo superiores al promedio nacional. Las mujeres jóvenes ven limitado su acceso al trabajo y a la autonomía económica en un contexto donde las tareas de cuidado recaen desproporcionadamente sobre sus hombros.
A su vez, las políticas de ajuste han golpeado duramente al sistema universitario, uno de los espacios donde las mujeres han conquistado mayores niveles de participación y autonomía. La subejecución presupuestaria, la precarización laboral y el desfinanciamiento de becas estudiantiles afectan particularmente a las mujeres estudiantes, muchas de ellas primera generación universitaria, y también a las miles de mujeres que trabajan como docentes, investigadoras, no docentes y científicas. El desguace de las universidades es también un ataque al futuro de las mujeres.
Además, las reformas regresivas propuestas en el sistema previsional de la mano de haberes miserables, desprecian las trayectorias laborales discontinúas de millones de mujeres que sostienen, sin remuneración, las tareas de cuidado. El 72% de quienes accedieron a la jubilación mediante moratorias son mujeres. La eliminación de estos regímenes es una condena directa a la pobreza y a la exclusión de las mujeres en la vejez.
Frente a este panorama, reafirmamos que el feminismo que defendemos es el que se corresponde con los valores del radicalismo: profundamente democrático, igualitario y humanista. Un feminismo real comprometido en transformar las estructuras de poder sin convertirse en un espejo. No es una política antimasculina, sino una política de equidad social. No busca invertir privilegios, sino construir justicia.
Reivindicamos nuestra lucha histórica por la paridad, no somos ni seremos funcionales al patriarcado disfrazado de progresismo, Muchas veces, la igualdad formal se vacía de contenido cuando no somos las propias mujeres quienes elegimos a nuestras reepresentantes para ocupar espacios de poder y toma de decisiones. La verdadera igualdad no se limita a garantizar una presencia femenina en las listas, sino que implica que podamos estar en las negociaciones. De otra manera no es feminismo: es patriarcado funcional disfrazado de modernidad. Esta práctica atraviesa todos los partidos, pero hoy más que nunca nos comprometemos a revertirlo. Por eso nos comprometemos a militar activamente para que la paridad sea efectiva, participativa y real.
La Secretaría de la Mujer debe integrar la mesa de conducción del partido que además debe ser paritaria. Llamamos a todos los comités, dirigentes y militantes —varones y mujeres— a asumir la igualdad de las mujeres como parte constitutiva del radicalismo democrático y popular. No es una opción: es un deber ético y político.Es democracia sin hipocresía.Es igualdad sin excusas. Es el radicalismo que vale la pena. De Alem, Yrigoyen, Elvira, Illia, María Teresa, Florentina, Margarita y Alfonsín.
Por ello, instamos a que todas las dirigentes con cargos electivos o de gestión —en todas las provincias— participen activamente de estos encuentros y espacios de construcción. La paridad no puede ser solo una norma: debe ser una práctica viva en la toma de decisiones.
Nos preocupa la connivencia de sectores del radicalismo con un gobierno que degrada los derechos de las mujeres. Ser cómplices de este retroceso es, además de injusto, profundamente antirradical. No hay antiderecho más explícito que negar la igualdad de género. No hay radicalismo posible sin feminismo democrático.
Tampoco puede haber feminismo sin justicia. Un poder judicial que no garantiza igualdad ante la ley es un obstáculo para la equidad. Lo saben las mujeres víctimas de violencia, las que denuncian impunidad económica y las que viven el poder judicial como un espacio elitista y clasista. Queremos para todas las causas de corrupción las mismas garantías que otorgó el Poder Judicial con el fallo Vialidad, que respaldamos. La causa del Correo, los fallos desiguales, la inacción en casos de corrupción como el CryptoGate, son ejemplos de una justicia desigual. Como radicales, exigimos una justicia con perspectiva de género y con verdadera vocación democrática.
Reafirmamos, además, que no hay identidad radical posible en alianzas con quienes representan lo contrario a nuestros valores. La ultraderecha libertaria, negadora de derechos, agravia nuestra historia. No hay lugar en el radicalismo para quienes naturalizan el ajuste brutal, la eliminación del Estado y el odio como programa. Pero también rechazamos el oportunismo demagógico de quienes vaciaron las banderas de la igualdad con gestos superficiales y políticas ineficaces.
Desde La Pampa, las mujeres radicales reafirmamos nuestro compromiso con la paz, los derechos humanos y la convivencia democrática. Rechazamos el crecimiento del antisemitismo, la islamofobia y toda forma de discriminación o violencia política, religiosa, étnica, o por razones de género y diversidad sexual. Reivindicamos la memoria como ejercicio democrático y la participación de las mujeres como motor de transformación.