En ocho años desapareció el 55% de las cooperativas en Mendoza
En 2016 había 869 cooperativas, en 2024 quedaron 422 según la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE). Mendoza es una de las provincias con menor cantidad cada 100 mil habitantes. Las causas y las oportunidades para el cooperativismo.
En 2016, Mendoza contaba con 869 cooperativas, en 2024, la cantidad se redujo a 422 según la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE).
Cuál era la composición de esas casi 900 cooperativas en el 2016: el 50,4% se dedicaba a bienes y servicios (incluido consumo y vivienda); el 34,4% eran de trabajo; el 13,8% agropecuarias y el 1,4% de créditos y seguros. Mientras que en el 2024 el 49,3% eran también de bienes y servicios, el 34,9% de trabajo, el 13,9 agropecuarias y el 1,9 de créditos y seguro. La composición no varió.
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Natalia Palazzolo, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de distintos temas de la economía de Mendoza, entiende que la macroeconomía castigó a todas las cooperativas por igual en Mendoza, debido a la inestabilidad de precios y a la falta de una política provincial de desarrollo de las cooperativas. “Además han tenido que asumir las subas de tarifas de los servicios”. En la provincia los aumentos de luz, gas y agua los decide el Poder Ejecutivo.
Palazzolo explica también que “en el caso de las cooperativas vitivinícolas, han sido muy perjudicadas por la reducción del consumo porque son el eslabón más fino y terminan desapareciendo”, y agrega: “están como a la deriva, a la buena de Dios, un poco en esto encuentro la razón de la disminución. Además, la composición del PBG de Mendoza está como muy orientada a la provisión de servicios y hay una disminución muy importante de las cooperativas de este rubro, cuando solíamos ser una provincia agroindustrial muy fuerte. Esto ha ido disminuyendo y se nota también en las cooperativas que van subsistiendo”.
Con respecto a las cooperativas de trabajo, Palazzolo indica que “la crisis económica, la falta de políticas para el sector y la disminución del consumo, impacta fuertemente en estas cooperativas. Muchas de ellas tienen irregularidades en su constitución y frente a las crisis económicas, terminan por tener que cerrar sus puertas”.
La investigadora afirma que esta realidad “es terrible porque Mendoza debe ser una de las provincias más afectadas en ese sentido y una de las que tiene menos cantidad de cooperativas. Un informe del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), brinda datos como para saber que somos una de las provincias con menos cooperativas por cada 100.000 habitantes, entonces claramente Mendoza no ha tenido una política en relación a este sector que sostiene mucha cantidad de empleo”.
Sobre este punto Palazzolo comparó la cantidad de cooperativas de las provincias en relación a la población. Dividió la cantidad total de cooperativas registradas en cada provincia por su población total y multiplicó el resultado por 100.000 habitantes, con fin de obtener un indicador comparable entre jurisdicciones con distinto tamaño poblacional. Bajo este procedimiento, Mendoza registra una tasa de 21 cooperativas cada 100.000 habitantes, lo que la ubica entre las provincias con menor densidad relativa de cooperativas del país. Solo superada por San Luis. A San Juan le da 26.
Cierra señalando que “todo eso, contribuye a la concentración económica, dado que la porción de mercado que dejan esas cooperativas, la absorben las empresas más grandes, que en términos generales, ofrecen menos empleo, lo cual contribuye al deterioro del desarrollo de Mendoza”.
El INAES también indica que la cantidad de cooperativas de Mendoza representa el 1,8% de todo el país. Los econochantas que dicen que hay que comparar a Mendoza con Córdoba y Santa Fe no sé que dirán ahora. Córdoba tiene 1.366 cooperativas, el 6,1% del país y Santa Fe 1.898, el 8,5%.
Por su parte, Juan Manuel Gispert, del CEPA, considera que la baja se debe “a qué en general son emprendimientos más frágiles y en un contexto como el de los últimos dos años, debe haber golpeado más fuerte”.
Cuenta el intelectual socialista Benito Marianetti en su libro El racimo y su aventura, que en 1903 hubo un primer intento de legislar sobre las cooperativas vitivinícolas, pero recién se hizo en 1916 con la ley 703 bajo el gobierno conservador de Francisco Alvarez.
Más tarde, y bajo el gobierno de otro conservador que sin dudas ha sido uno de los mejores gobernadores de Mendoza, Ricardo Videla, en 1933 se sancionó la ley 1073 de fomento a las cooperativas. Según Marianetti, la norma indicaba que toda cooperativa nacida en nuestra provincia que tuviera por objeto comprar, elaborar, formar reservas y expender vinos fuera de la provincia, industrializar frutos y otros productos agrícolas; quedaría exenta de algunos impuestos como:
- Papel sellado y timbre para los actos de constitución, reconocimiento, registro, funcionamiento interno, publicación en el Boletín Oficial.
- De toda contribución sobre el valor de los edificios y construcciones, inclusive la contribución directa con excepción de las tasas municipales o aportes a las cajas de previsión social.
Oportunidades
Más adelante en el tiempo, son inspiradores para el sector algunos lineamientos fijados por organismos internacionales porque ven muchas oportunidades y más en el momento que atraviesa la economía del mundo y de Mendoza. Pero hay que tener claro que nada sucederá si no aparecen, lo que Palazzolo señala: las políticas públicas. Más difícil aún con Rodolfo Vargas Arizu, ministro de Producción que no parece ser el indicado para esto.
El 2025, fue declarado el año internacional de las cooperativas por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Así fue como la Oficina Regional para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), fijó cinco puntos clave sobre el cooperativismo:
1-Impulso a la gobernanza y desarrollo territorial
La importancia de las cooperativas radica en su capacidad para estimular la gobernanza y el desarrollo territorial, siendo motores para la transformación de los sistemas agroalimentarios.
2-Inclusión de la agricultura familiar en las cadenas de valor
El modelo de cooperativas facilita la integración de pequeños agricultores en nuevos mercados, mejorando su capacidad negociadora y optimizando la gestión de sus recursos. Además, contribuyen a mejorar su gestión, fortalecer su capacidad de acción colectiva para acceder a mercados más dinámicos y exigentes y facilitan el acceso a servicios, bienes e insumos a menores precios.
3-Producción a pequeña escala y empleo inclusivo
Las cooperativas estimulan el empleo para grupos rezagados, potenciando economías locales y fomentando la participación equitativa en las actividades económicas. Por su modelo organizacional, permiten contrapesar asimetrías de poder, desigualdades sociales y de género, así como las brechas de capital social de sus productores.
4-Sostenibilidad y uso eficiente de recursos
A través de la organización y la planificación conjunta, las cooperativas contribuyen al manejo sostenible de los recursos naturales y revalorizan las prácticas tradicionales y locales. Además, alientan los vínculos estratégicos con otras formas de economía solidaria y verde, como las Empresas B (que buscan generar un impacto social y ambiental positivo, al mismo tiempo que obtienen ganancias económicas), las empresas sociales y las cooperativas de consumo, entre otras, integrando actividades afines (bioeconomía, economía circular, agroturismo, artesanía, turismo rural y pesca artesanal).
5-Impulsar la innovación
Las brechas entre el mundo urbano y rural son más fáciles de abordar desde el cooperativismo y el asociativismo, pues en estos espacios es donde se generan mayores incentivos para que el sector público y privado desarrolle innovaciones y tecnologías junto a actores organizados e institucionalizados y que de manera aislada, sería más complejo de consolidar.
Señalan que es importante continuar potenciando estas alianzas, destacando su rol como agente acelerador en el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible y como un aliado esencial en la lucha contra el hambre y el futuro de la seguridad alimentaria y nutricional.