El crudo relato de mujeres explotadas sexualmente en Gaza a cambio de comida y trabajo
A medida que la crisis humanitaria en Gaza se agrava, las mujeres denuncian haber sido explotadas por hombres locales —algunos vinculados a grupos de ayuda. “La situación en Gaza hoy es inenarrable, especialmente para las mujeres y las niñas”, opinó Heather Barr, directora de Human Rights Watch.
Después de semanas de apuros para alimentar a sus seis hijos en Gaza, la mujer de 38 años pensó que había encontrado una tabla de salvación.
En un refugio, una amiga le habló de un hombre que podía ayudar con comida, ayuda humanitaria, y tal vez incluso un trabajo. La mujer —separada de su marido y obligada a cerrar el negocio que una vez mantuvo a flote a la familia— se acercó a él.
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Ella relató que había transcurrido alrededor de un mes desde el inicio de la guerra en Gaza, y él le prometió trabajo, un contrato de seis meses con una agencia de ayuda humanitaria. El día que creyó que iba a firmar el papeleo, él la llevó no a una oficina, sino a un apartamento vacío. La halagó, dijo ella, y le pidió que se quitara el pañuelo de la cabeza.
Él le dijo que la amaba y que no la forzaría, pero tampoco la dejaba irse, según su relato. Finalmente, tuvieron un encuentro sexual. Ella se negó a dar detalles sobre la naturaleza de la interacción, diciendo que sentía miedo y vergüenza.
“Tuve que seguirle el juego porque estaba asustada, quería salir de ese lugar”, dijo la mujer.
Antes de que se fuera, relató, él le entregó algo de dinero: 100 séqueles, alrededor de 30 dólares. Dos semanas después, le dio una caja de medicinas y una caja de comida. Pero durante semanas, el trabajo nunca se materializó.
A medida que la crisis humanitaria en Gaza se agrava, las mujeres denuncian haber sido explotadas por hombres locales —algunos vinculados a grupos de ayuda— que prometen comida, dinero, agua, suministros o trabajo a cambio de interacciones sexuales.
Seis mujeres detallaron sus experiencias a The Associated Press, cada una hablando bajo condición de anonimato por miedo a represalias de sus familias o de los hombres, y porque el acoso y la agresión sexual se consideran temas tabú. A veces, dijeron, la solicitud de los hombres era descarada: “Déjame tocarte”, recordó una mujer que le dijeron. Otras veces, estaba codificada culturalmente: “Quiero casarme contigo” o “Vamos juntos a algún sitio”.
Un fenómeno en tiempos de conflictos y desesperación
Los grupos de ayuda humanitaria y los expertos señalan que la explotación surge a menudo durante conflictos y otros momentos de desesperación, en particular cuando las personas están desplazadas y dependen de la asistencia. Han surgido informes de abuso y explotación durante emergencias en Sudán del Sur, Burkina Faso, Congo, Chad y Haití.
“Es una horrible realidad que las crisis humanitarias hacen que las personas sean vulnerables de muchas maneras; el aumento de la violencia sexual es a menudo una consecuencia”, dijo Heather Barr, directora asociada de la división de derechos de la mujer en Human Rights Watch. “La situación en Gaza hoy es inenarrable, especialmente para las mujeres y las niñas”.
Cuatro psicólogos que trabajan con mujeres en Gaza describieron a la AP los relatos de sus pacientes. Una de ellas dijo que su organización —centrada en proteger a mujeres y niños— trató docenas de casos que involucraban a hombres que explotaban sexualmente a mujeres vulnerables, incluyendo algunos en los que ellas quedaron embarazadas.
Los psicólogos, todos palestinos que trabajan para organizaciones locales en Gaza, hablaron bajo condición de anonimato debido a preocupaciones por la privacidad de las mujeres involucradas y por la naturaleza sensible de los casos, en una cultura conservadora donde el sexo fuera del matrimonio, en cualquier contexto, es visto como una falta grave. Afirmaron que ninguna de sus pacientes quería hablar directamente con la AP.
Cinco de las mujeres que compartieron sus historias con la AP dijeron que no tuvieron interacciones sexuales con los hombres. Las psicólogas mencionaron que algunas mujeres que acudieron a ellas aceptaron las demandas de los hombres, mientras que otras se negaron.
Seis organizaciones de derechos humanos y de ayuda —incluyendo el grupo palestino local Centro de Asuntos de la Mujer y la red Protección contra la Explotación y el Abuso Sexual, que coordina con varias agrupaciones de ayuda humanitaria, incluidas agencias de las Naciones Unidas— informaron a la AP que estaban al tanto de informes de abuso y explotación sexual vinculados a la recepción de ayuda.
Los grupos de ayuda indican que el contexto en Gaza —casi dos años de guerra, el desplazamiento de al menos el 90% de la población y la confusión sobre el acceso a la ayuda— ha hecho que el trabajo humanitario para las personas vulnerables sea particularmente desafiante. A medida que el hambre y la desesperación crecen en todo el enclave, las mujeres en particular dicen que se han visto obligadas a tomar decisiones imposibles.
Los grupos responsabilizan a la ofensiva y al bloqueo de Israel por la crisis humanitaria y dicen que la guerra ha dificultado la documentación de los casos de explotación. Más de 66.000 palestinos han muerto, según el Ministerio de Salud de Gaza, que forma parte del gobierno dirigido por Hamás y está compuesto por profesionales médicos. El ministerio no especifica cuántos de los fallecidos eran civiles o combatientes, pero dice que las mujeres y los niños representan alrededor de la mitad de las víctimas.
“El asedio de Israel a la Franja de Gaza y las restricciones a la ayuda humanitaria son lo que está forzando a las mujeres a recurrir a esto”, dijo Amal Syam, directora del Centro de Asuntos de la Mujer.
Israel afirma que no hay restricciones a la ayuda y que ha tomado medidas para aumentar lo que ingresa a Gaza. Israel también acusa a Hamas de desviar la ayuda —sin proporcionar pruebas de una desviación generalizada— y culpa a las agencias de la ONU por no entregar los alimentos que ha permitido ingresar. La ONU niega que haya una desviación generalizada de la ayuda.
Algunos dicen que los datos limitados son solo “la punta del iceberg”
Una de las mujeres que habló con la AP describió llamadas telefónicas que comenzaron en octubre, un año después de iniciada la guerra. Al principio, dijo, las preguntas del hombre eran sencillas. ¿Qué le había pasado a su marido? ¿Cuántos hijos tenían? Pero, relató la viuda de 35 años, su tono cambió. ¿Qué ropa interior llevaba? ¿Cómo la complacía su marido?
Ella dijo que conoció al hombre en Muwasi, una franja de tierra que Israel designó como zona humanitaria. Describió que estaba haciendo fila para recibir asistencia y le dio su número de teléfono a un trabajador humanitario, un palestino con un uniforme etiquetado como UNRWA, o la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo.
Poco después de que él tomara su número, comenzaron las llamadas a altas horas de la noche. Él hacía preguntas sexuales, dijo ella, y ella permanecía en silencio. Dijo que en un momento, él le pidió ir a verla para tener sexo. Ella se negó, y después de casi una docena de llamadas, pero sin recibir ayuda, ella bloqueó su número, agregó.
La mujer dijo que lo denunció a la UNRWA en Gaza mediante una queja verbal. Relató que le dijeron que necesitaba una grabación de las conversaciones como prueba, pero que tenía un teléfono antiguo que no podía grabar llamadas.
La directora de comunicaciones de la UNRWA, Juliette Touma, dijo por correo electrónico que la agencia tiene una política de tolerancia cero para la explotación sexual, toma cada informe en serio y no requiere pruebas. Sin embargo, no quiso decir si el personal estaba al tanto de este incidente en particular, citando la política de la UNRWA de no discutir casos individuales, y no quiso comentar más a fondo sobre su conocimiento o trabajo en casos de explotación en general.
La red PSEA —a la que pertenece la UNRWA— dijo que las sobrevivientes pueden denunciar de forma anónima o sin nombrar al agresor y nunca se les exige que proporcionen pruebas.
Comprender la escala de la explotación es un desafío, dijo Sarah Achiro, coordinadora de la red, que trabaja para prevenir y responder a la explotación y el abuso sexual en entornos humanitarios y de desarrollo. La conectividad limitada de Gaza restringe las llamadas que podrían denunciar abusos, y el desplazamiento constante hace que sea más difícil para las sobrevivientes buscar ayuda en persona y para los grupos de ayuda generar confianza.
Achiro señaló que la violencia sexual se denuncia muy poco, particularmente en entornos humanitarios y de conflicto, donde los datos a menudo muestran solo “la punta del iceberg”.
La red PSEA dijo que el año pasado recibió 18 denuncias de abuso y explotación sexual vinculadas a la recepción de ayuda humanitaria en Gaza, todas ellas involucrando a trabajadores humanitarios o a personas asociadas con ellos, como representantes comunitarios o contratistas privados. Las denuncias contra los trabajadores humanitarios son investigadas por la organización empleadora. La red no indicó cuántos de los casos estaban siendo investigados, diciendo que no puede revelar información a menos que hayan concluido formalmente.
“Me dije a mí misma que nadie lo creería”
Cuatro de las mujeres que hablaron con la AP dijeron que los hombres que las solicitaron se identificaron como trabajadores humanitarios y, en un caso, como un líder comunitario que prometía ayuda.
Al igual que la viuda, varias mujeres contaron que esto sucedió mientras se registraban o intentaban registrarse para recibir ayuda, y que los hombres tomaron sus números, lo que suele ser un paso en el proceso de ayuda, y las llamaron más tarde. Las mujeres dijeron que todos los hombres eran palestinos. Varias señalaron que no pudieron identificar a qué grupo de ayuda parecían estar asociados los hombres.
La ONU y los grupos de ayuda generalmente trabajan con las comunidades locales: pagando a personas como contratistas, utilizando voluntarios o nombrando a líderes designados por la comunidad como enlaces.
La madre de seis hijos dijo que el hombre que le prometió un trabajo conducía un coche con marcas de la ONU. Después de su interacción, dijo, los mensajes siguieron llegando: llamadas sexuales a altas horas de la noche y peticiones de fotos. Describió que los esquivaba con excusas: estaba ocupada, su teléfono estaba roto, no podía hablar.
Pero aproximadamente un mes después de su interacción sexual, en diciembre de 2023, vio al hombre en un centro de ayuda. Luego él la ayudó a conseguir un puesto de seis meses con la UNRWA, que ella completó, según contó.
Ella dijo a la AP que nunca denunció al hombre, su encuentro o sus intentos de explotación.
“Me dije a mí misma que nadie lo creería”, comentó. “Quizás dirían que solo digo esto para que me dieran un trabajo”.
Al preguntarle sobre la historia de la mujer, Touma, de la UNRWA, enfatizó la política de tolerancia cero de la organización y dijo que buscarían más información sobre los incidentes y acusaciones de explotación.
Desde la interacción y su trabajo, la mujer ha sido desplazada, no tiene trabajo y lucha por alimentar a su familia. Dijo que bloqueó el número del hombre, pero que él ha intentado contactarla tan recientemente como este verano.
Grupos afirman que, a pesar del estigma, la explotación está claramente en aumento
Algunas mujeres dicen que han sido solicitadas varias veces por distintos hombres a lo largo de la guerra.
Una madre de cuatro hijos, de 37 años, le dijo a la AP que fue abordada dos veces, una de ellas por el encargado de un refugio. Dijo que el hombre le ofreció comida y refugio si podían “ir juntos a algún sitio”, como el mar. Ella entendió que estaba pidiendo algo sexual. Ella se negó.
Psicólogos y grupos de mujeres señalaron que los casos han aumentado a medida que la crisis empeoraba: con más personas desplazadas, dependiendo de la ayuda y hacinadas en campamentos. Una psicóloga dijo que algunas mujeres fueron echadas de casa cuando sus maridos se enteraron de lo sucedido.
Antes de la guerra, los informes de explotación ocurrían una o dos veces al año, pero han subido drásticamente, dijo Syam, del Centro de Asuntos de la Mujer. Sin embargo, afirmó que muchas organizaciones prefieren no destacar las cifras o el problema.
“La mayoría de nosotros preferimos mantener el foco en la violencia y las violaciones cometidas por la ocupación israelí”, dijo Syam.
Israel dice que está luchando para desmantelar a Hamás y liberar a los rehenes tomados en el ataque de 2023 que desencadenó la guerra, y que mitiga el daño a civiles tanto como es posible.
Las mujeres que hablaron con la AP dijeron que es importante tratar de aferrarse a su dignidad mientras continúa la guerra.
Durante semanas el pasado otoño, una madre de 29 años dijo que recibió llamadas de un trabajador de ayuda humanitaria pidiéndole que se casara con él a cambio de suplementos nutricionales para sus cuatro hijos.
Ella se negó y bloqueó su número, dijo, pero él la llamó desde diferentes teléfonos. Él insistió en que le gustaba y le hizo comentarios desagradables que ella consideró demasiado vulgares para repetir.
“Me sentí completamente humillada”, dijo. “Tuve que ir a pedir ayuda para mis hijos. Si yo no lo hacía, ¿quién lo haría?”.