Así quedó el mapa político de América del Sur

Con un panorama regional cada vez más fragmentado, el triunfo en el balotaje del candidato de centroderecha profundiza la crisis de los oficialismos en la región.

INTERNACIONALES

El triunfo del senador Rodrigo Paz Pereira en las elecciones presidenciales de Bolivia consolidó un nuevo viraje hacia la derecha en América del Sur y confirmó una vez más la tendencia pendular de la región, donde los gobiernos suelen avanzar en bloque y desgastarse con rapidez.

El inédito balotaje boliviano puso fin a casi dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS), encabezado primero por Evo Morales y luego por Luis Arce, y selló el fin de una era marcada por la retórica del “socialismo del siglo XXI”. En un país afectado por la crisis económica y la escasez de combustibles, la victoria de Paz —hijo del expresidente Jaime Paz Zamora— simboliza el deseo de cambio que se repite a lo largo del continente.

Con este resultado, Bolivia se convirtió en el quinto país sudamericano en elegir un presidente de derecha en los últimos años, siguiendo el camino de la Argentina, Paraguay, Perú y Ecuador.

El presidente de la Argentina, Javier Milei, uno de los principales referentes de derecha en la región, felicitó vía X al flamante mandatario por su victoria y al pueblo boliviano “por su deseo de renovación (...) dejando atrás 20 años del fracasado modelo del ‘socialismo del siglo XXI’”. La elección de Bolivia “refleja el anhelo de libertad y progreso de la región”, aseguró el Presidente.

La victoria de Paz refuerza una dinámica ya visible en varios países de la región: el desgaste acelerado de los gobiernos en el poder, sin importar su signo político. En un contexto de alta inflación, desigualdad y crisis de representación, los oficialismos enfrentan cada vez mayores dificultades para sostener apoyos en el tiempo.

El giro a la derecha

En Perú, el flamante presidente interino José Jerí, un conservador declarado, asumió este mes el poder tras la destitución de Dina Boluarte, acusada por la oposición de “incapacidad moral permanente”. Aunque su llegada al poder confirma el alineamiento del país con la derecha, el cambio no fue tan abrupto: Boluarte había llegado al gobierno como vicepresidenta de una fórmula de izquierda, pero una vez en la presidencia moderó su discurso y sembró dudas sobre su verdadera orientación política.

José Jerí, presidente interino de Perú.

Jerí, de 38 años, llegó al cargo envuelto en polémica, con denuncias de corrupción y presuntos pagos irregulares durante su paso por el Congreso. Su breve gestión, que durará menos de diez meses, se centra en la promesa de librar una “guerra contra el crimen”, mientras el país se encamina a nuevas elecciones en abril de 2026.

El giro a la derecha en Ecuador comenzó durante el gobierno de Lenín Moreno (2017-2021), quien llegó al poder como heredero político de Rafael Correa y su proyecto de izquierda, pero rápidamente se distanció del correísmo para adoptar políticas más moderadas y liberales. Esa transición se consolidó con la llegada al poder del banquero Guillermo Lasso, en 2021, cuyo programa de apertura económica, reducción del gasto público y alineamiento con Estados Unidos marcó el fin del ciclo progresista iniciado más de una década antes.

Daniel Noboa, presidente de Ecuador.

Esa orientación se acentuó con la victoria de Daniel Noboa, en las elecciones extraordinarias de 2023. El joven empresario de 35 años, que sucedió a Lasso, mantuvo la línea liberal en materia económica y reforzó el discurso de “mano dura” frente a la inseguridad, una de las principales demandas de la sociedad ecuatoriana. Su triunfo sobre la candidata correísta Luisa González este año confirmó el retroceso del espacio político de Correa y terminó de consolidar a Ecuador como parte del nuevo bloque de gobiernos de derecha en la región.

En la Argentina, el ascenso de Javier Milei es uno de los ejemplos más claros de los vaivenes ideológicos que atraviesan la región. El economista libertario, elegido en 2023 con casi el 56 % de los votos, canalizó el profundo descontento social y la crisis económica que habían erosionado al gobierno peronista de Alberto Fernández.

Santiago Peña, presidente de Paraguay.

Paraguay, en cambio, es la excepción a la regla. El país lleva casi siete décadas bajo el dominio del Partido Colorado, de orientación conservadora, salvo la breve interrupción del mandato de Fernando Lugo. La llegada al poder de Santiago Peña en 2023 no supuso un cambio de rumbo, sino la continuidad de una estructura política tradicional que ha logrado mantenerse al margen de los bruscos vaivenes ideológicos que atraviesan a la región.

Los bastiones de izquierda

En este nuevo escenario, Brasil, Chile y Colombia se erigen como los principales bastiones de la izquierda América del Sur, aunque todos atraviesan sus propias turbulencias y un creciente desgaste interno.

En Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva planea buscar la reelección en 2026. El líder del Partido de los Trabajadores, que volvió al poder en 2023 tras derrotar a Jair Bolsonaro, logró recuperar casi diez puntos de popularidad en los últimos meses gracias a su enfrentamiento con Donald Trump y su firme defensa del sistema democrático brasileño frente al intento de golpe por parte del bolsonarismo. Sin embargo, enfrenta el desafío de mantener la cohesión de su coalición y de reactivar una economía que crece con lentitud.

Chile celebrará elecciones presidenciales en noviembre y el panorama se muestra incierto. El presidente Gabriel Boric, uno de los símbolos de la nueva izquierda latinoamericana, cierra su mandato con niveles de aprobación bajos y una derecha fortalecida. El líder conservador José Antonio Kast, del Partido Republicano, encabeza las encuestas junto a la candidata oficialista Jeannette Jara, del Partido Comunista, mientras la economista Evelyn Matthei disputa el electorado de centro y amenaza con fragmentar el voto opositor.

En Colombia, el presidente Gustavo Petro intenta resistir el desgaste que afecta a la mayoría de los gobiernos de la región, aunque llega a esta etapa con bajos niveles de aprobación: las encuestas lo ubican con apenas un 30% de imagen positiva y más del 60% de desaprobación. Enfrentado al Consejo Nacional Electoral (CNE), que aún no definió la personería jurídica de su partido Pacto Histórico, Petro denunció “una acción dictatorial del uribismo” para impedir su participación en los comicios de 2026. Su futuro político, al igual que el de la izquierda regional, dependerá de su capacidad para mantener la gobernabilidad en un clima de creciente polarización y descontento social.

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