Arqueólogos revelan creencias y miedos de los ritos funerarios
Un estudio pionero desvela cómo las inusuales prácticas funerarias en la Polonia de los siglos XIV al XVIII reflejan la compleja percepción social de los marginados, los enfermos y los "redivivos", ofreciendo una ventana única a los temores de la época.
La forma en que una sociedad se despide de sus muertos es un espejo de sus creencias más profundas y sus miedos más arraigados. En la Gran Polonia de los siglos XIV al XVIII, un reciente estudio interdisciplinar ha arrojado luz sobre los enterramientos anómalos, aquellas inhumaciones que se desviaban de las normas funerarias católicas hegemónicas de la época. Analizando doce de estas tumbas en la región, la investigación revela una fascinante visión de cómo se percibía a los marginados, los enfermos y los temidos "muertos vivientes" dentro de sus comunidades.
Los cementerios de Gran Polonia, como los de Skoki, Wagrowiec y Dzwonowo, solían seguir un protocolo estricto: el cadáver en posición decúbito supino, orientado de oeste a este, envuelto en un sudario o en un ataúd. Sin embargo, las sepulturas anómalas presentaban características inusuales, como la disposición irregular del cuerpo, objetos extraños, dobles entierros o ubicaciones periféricas. La combinación de análisis arqueológico, antropológico y de ADN antiguo buscó desentrañar los motivos detrás de estas prácticas.
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Entre los casos estudiados, se identificaron soldados rusos de los siglos XVII-XVIII, enterrados según el rito ortodoxo, ajeno al catolicismo dominante. El análisis genético confirmó su origen en el este europeo, sugiriendo su fallecimiento durante conflictos como la Gran Guerra del Norte o la Guerra de los Siete Años.
Un inquietante enterramiento doble en Skoki reveló la presencia de Yersinia pestis, el agente causal de la peste, en un adolescente inhumado junto a una mujer. Aunque no emparentados, el gesto de sus manos entrelazadas y el contexto de epidemias recurrentes en la región (como la devastadora oleada de 1709-1710) sugieren que ambos fueron víctimas de un brote.
Las tumbas más enigmáticas se hallaron en Dzwonowo, donde se tomaron medidas apotropaicas para contener a supuestos "redivivos". Un hombre fue sepultado con dos grandes piedras sobre el cuello, y otro, cubierto con cal viva y un ataúd sellado con 49 clavos de hierro. Estas prácticas reflejan la persistencia de las creencias en "muertos peligrosos" (como el upiór eslavo) a pesar de la cristianización, alimentadas quizás por enfermedades como el parvovirus B19, detectado en uno de los casos, que podría haber sido interpretado como una condición antinatural.
El estudio genético también reveló que algunos individuos con enterramientos anómalos eran forasteros en relación con la comunidad local, sugiriendo que el origen foráneo, la enfermedad o una afiliación religiosa distinta podían ser motivos de marginación. Estos enterramientos atípicos no solo abordan la gestión de cadáveres en tiempos de crisis, sino que también son un poderoso testimonio de la exclusión social, el miedo colectivo y la delgada línea entre lo humano y lo monstruoso en la Polonia medieval y moderna.