Peter Cubillos y el arte de poner en palabras lo que somos

En este episodio de Masterclass se explora el mundo de la literatura y el proceso de crear. Las herramientas que brinda la inteligencia artificial y las limitaciones que enfrenta. “La literatura se adapta a cómo imaginamos el mundo”, expresó.

ENTRETENIMIENTO

“La literatura tiene algo muy bueno y muy malo a la vez: no promete nada.”Peter Cubillos lo dice sin dramatismo ni nostalgia. Lo dice con la calma de quien ya entendió que escribir no es una carrera ni un destino, sino un modo de estar vivo. No hay fama, no hay dinero, no hay aplausos. Solo queda eso: escribir.

En el nuevo episodio de Masterclass, la charla con el escritor mendocino se transforma en un viaje por los motivos más íntimos del oficio. Peter no busca brillar, sino entender. “Solo escribe quien no puede no escribir”, afirma, y ahí, en esa contradicción que suena a condena y salvación al mismo tiempo, se dibuja la verdad más cruda de la literatura.

La conversación avanza con la naturalidad de un café compartido entre amigos que aman las palabras. Habla de sus miedos, de cómo la escritura le sirvió para ordenarse: “Te da ventaja sobre los demás —dice— te ordena mentalmente, te ordena sentimentalmente.” Esa frase se clava como una pequeña revelación: escribir no es un lujo artístico, es una forma de no perderse.

No hay solemnidad en su voz, hay humor. Cuando asegura que “la mayoría de las cosas que te pasan son pelotudeces”, lo hace con la lucidez de quien aprendió a no tomarse tan en serio. En su manera de hablar hay algo profundamente humano: la mezcla entre el cansancio del que ha buscado sentido y el entusiasmo del que lo encuentra, aunque sea un rato, en una hoja en blanco.

Peter confiesa que durante años escribió sin parar. A veces tres textos por día. Publicaba, borraba, volvía a escribir. “Todo lo que suba puede llegarle a alguien”, recuerda haber pensado. Y así, entre ensayo y error, fue descubriendo que el verdadero trabajo del escritor no es encontrar la frase perfecta, sino mantener la constancia de buscarla.

En un momento cita a Ray Bradbury: “La mejor manera de escribir un buen cuento es escribir uno por semana. Después de un año, de 52, uno seguro es bueno.” La frase resume una ética del oficio: la práctica vence al talento, la constancia vence al miedo. Escribir no es inspiración, es respiración.

Cuando la conversación se cruza con la inteligencia artificial, su mirada es tan realista como poética. Dice que herramientas como ChatGPT lo ayudaron a investigar su nuevo libro —cinco años de trabajo, paciencia y curiosidad—, pero aclara: “No tiene imaginación. No tiene vivencias. No tiene puntos de vista.” Esa línea separa el dato de la experiencia, el conocimiento de la emoción. Porque escribir, al final, no es solo unir palabras, sino tener algo que sentir antes de decirlo.

Peter también reflexiona sobre cómo cambió la forma de contar: antes las novelas eran torrentes de páginas sin pausa; hoy, capítulos cortos, formatos que dialogan con la atención fragmentada de la época. “La literatura se adapta a cómo imaginamos el mundo”, dice. Y ahí vuelve a emerger su mirada amplia, de lector y de cronista del presente.

Pero quizá su definición más hermosa de la escritura llegue casi al final, cuando compara los textos con vínculos humanos: “Las frases son como besos, los cuentos son como un chongueo, y las novelas son como un romance.”

La metáfora es perfecta: cada forma literaria implica un tiempo, una entrega y una intensidad distinta. Y en todas hay una búsqueda de conexión, aunque no haya promesa de permanencia.

Escuchar esta charla es entrar en el taller invisible de un escritor que escribe sin garantía de ser leído, pero con la certeza de que en el acto de escribir hay algo profundamente transformador. Peter Cubillos no vende fórmulas: ofrece verdad, sensibilidad y una inteligencia que desarma cualquier pretensión.

Quizás por eso su frase inicial, “la literatura no promete nada”, se siente menos como una advertencia y más como un alivio.

Porque cuando desaparecen las promesas, queda lo esencial: el deseo, la curiosidad, el gesto de escribir para seguir entendiendo quiénes somos.

Escuchá el episodio completo de Masterclass: una conversación sobre la escritura, la constancia y el poder de las palabras para ordenar el mundo.

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