Lo que se oculta detrás del ataque a la Coviar
Sergio Villanueva, gerente de la Unión Vitivinícola Argentina, expone cuál considera que es la discusión de fondo de la polémica sobre el proyecto para derogar la ley que le da vida a la Coviar.
A título personal me atrevo a plantear que toda esta discusión respecto a Coviar no tiene que ver con un tema ni de obligatoriedad de la cuota, ni de importancia económica, ni de los costos. Lo que se discute es lo mismo que se discutía hace 40 años: ¿Cuál es la representación del poder o de la representación del sector vitivinícola?
Esa puja responde a la disputa entre dos modelos. Uno que opera en Buenos Aires (lo mismo que hace 40 años) y otro que opera acá en Mendoza. Entonces lo que se plantea acá es si nos sentamos todos en una mesa y discutimos, viñateros, bodegueros, trasladistas, y encontramos una forma de organizarnos ante un mundo cambiante y una vitivinicultura con muchas aristas; o si directamente no lo hacemos.
La Coviar nació como un hecho moderno de un estudio tres años con todos los organismos técnicos, científicos y educativos para armar un plan, una visión de largo plazo a ir llevándola y actualizándola en el tiempo. Eso sigue absolutamente vigente y los recursos se utilizan para promocionar el mercado interno, el externo, el turismo del vino, la innovación, la ciencia, la tecnología. La Coviar y es profundamente federal y profundamente abierta.
Por eso está establecido en una ley. El resto de la discusión es una discusión que tiene que ver con esa representatividad.
El problema es que hoy hay empresas que tienen poder manifiesto y les interesa la gobernanza del sector y no quieren sentada gente que les dificulte ese camino.
En el fondo, la mejor manera de presentarle este tema a la gente es ver cómo le pagaron el precio de la uva. Esas empresas que llamamos singeta, que te mandan a un director o a un empleado de menor categoría a discutir la vitivinicultura, son las que después terminan pagando la uva al mismo precio del año pasado, en más cuotas con una inflación que fue del 100%.
En la práctica son modelos que platean industrializados y que tienen como objetivo comprar uva barata. Lo demás son excusas para demostrar por dónde le pueden entrar a la discusión.
Por eso afirmo que la defensa de la Coviar es la defensa de la mesa, de la vitivinicultura regional, de los empleos, de la popularidad del vino, del vino como un hecho social que se extiende de lo económico y que busca repartirlo de la mejor manera posible. Porque así fue planteado en su fundación.
Siempre fue la industria vitivinícola una industria donde el contratista cambiaba el Falcon o la F100, donde los obreros podían irse a Mar del Plata, donde los bodegueros podían ascender socialmente, que empezaban como contratistas y terminaban como bodegueros. Hay muchos apellidos que empezaron como contratistas y terminaron así. Eso le dio a la sociedad mendocina la condición de movilidad social, se fundaron muchas escuelas de tecnología, todo eso tiene que ver con el modelo.
Si el modelo es otro, y bueno, será otra cosa. No va a pasar nada si desaparece la Coviar. Solamente va a ser peor. Porque la política vitivinícola no es la Coviar, es todo, es un conjunto, es una herramienta que funciona en armonía y está abierta a que se sienten como se sientan los gobiernos, las cámaras, los sectores de la investigación, los sectores agrícolas, etc.
Es un camino mucho más difícil, pero como decía Winston Churchill, la democracia es un bote donde todos remamos y siempre estamos con los pies mojados. No hay soluciones mágicas, no hay eslogan. La realidad no se cambia con eslogan. En conclusión, en la Coviar todo el mundo va a seguir trabajando sentadito en la mesa tratando de sobrevivir a los ataques, pero siempre con argumentos, con estudios, con la ciencia para lograr que la vitivinicultura esté mejor.