La política en tiempos de inteligencia artificial: del deepfake al desconcierto
La columna de Pablo Pérez Paladino analiza el desembarco de la Inteligencia Artificial en la política.
La inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa del futuro en las campañas electorales: es el presente. En las cinco elecciones provinciales realizadas este año en Argentina, su presencia fue notoria. Pero fue en las legislativas de la Ciudad de Buenos Aires donde la IA protagonizó su primera gran operación a escala: un video deepfake que simulaba a Mauricio Macri y Silvia Lospennato declinando sus candidaturas en favor del oficialismo. Desde Enter Comunicación analizamos el impacto de esa maniobra, que alcanzó más de 7 millones de visualizaciones en pocas horas y generó un fuerte desconcierto en el PRO, un partido históricamente vinculado a la innovación. Este artículo examina ese caso y reflexiona sobre un ecosistema político que se ha vuelto más veloz, más impredecible y, sobre todo, más digital.
Una campaña con inteligencia (artificial)
La IA desembarcó en la política como herramienta para procesar datos, pero rápidamente se transformó en algo más: un generador de contenido, un amplificador de mensajes y, en ciertos casos, un instrumento sofisticado de manipulación. Hoy se utiliza para crear desde discursos hasta piezas gráficas y videos automatizados, con un grado de realismo que dificulta su rápida identificación como falsos.
En las elecciones de 2025, al menos cinco provincias argentinas registraron el uso de IA en sus campañas. Sin embargo, el caso más disruptivo ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires: un video apócrifo mostraba a Macri y Lospennato anunciando su renuncia electoral y su apoyo al vocero presidencial y candidato Manuel Adorni. Una producción nítidamente fabricada con tecnología de deepfake que se viralizó con una velocidad asombrosa en las horas previas a la votación.
Desde Enter Comunicación realizamos un análisis detallado del caso: el contenido superó los 7 millones de visualizaciones y generó más de 260 mil menciones en redes sociales. Medimos su alcance, evolución, actores involucrados y el tipo de reacción que provocó en la audiencia digital.
Humor, indignación y desconcierto: los efectos de una operación eficaz
Nuestro informe reveló una dinámica emocional fragmentada: el 47% de los usuarios reaccionó como si se tratara de un meme, compartiéndolo con tono burlón o humorístico; el 31% expresó indignación, sobre todo desde sectores afines al PRO; y un 22% manifestó asombro ante el nivel técnico del contenido. En todos los casos, el desconcierto fue el denominador común.
La amplificación vino por parte de cuentas vinculadas al oficialismo libertario y de influencers digitales como TheRealBuni, TommyShelby y ElTrumpista. Cuando los propios Macri, Lospennato y Vidal salieron a desmentir la pieza, ya era tarde: sus aclaraciones llegaron tarde y mal, logrando apenas la mitad del alcance del video original.
Una crisis de lenguaje más que de representación
Que un partido como el PRO —símbolo de modernización y pionero en comunicación digital en América Latina— haya sido desbordado por una pieza de desinformación es mucho más que una anécdota: es síntoma de un momento bisagra. Tampoco es cuestión de caerle solamente al PRO, porque la realidad es que todo el arco de la política está enfrentando no solo una crisis de representación sino también una crisis de lenguaje.
Las formas de comunicar, los tiempos, los formatos y las plataformas cambiaron radicalmente. Mientras el ecosistema digital opera en tiempo real, con códigos propios como el bait, el meme o la ironía algorítmica, gran parte de la política sigue respondiendo con gacetillas, comunicados o entrevistas radiales. Y eso no solo la vuelve ineficaz: la deja expuesta.
¿Cómo responder a esta nueva realidad?
No se trata de rendirse ante la desinformación ni de aceptar sin crítica toda innovación tecnológica. Pero sí de comprender que el terreno de juego cambió. Enfrentar este escenario con herramientas comunicacionales de hace cinco años es como ir a una guerra moderna con armamento del siglo pasado.
La comunicación y la política necesita readaptarse con rapidez:
Invertir en talento y herramientas digitales.
Comprender el código cultural de las redes.
Monitorear en tiempo real y anticipar escenarios.
Desarrollar lenguajes ágiles y formatos nativos digitales.
E investigar.
El caso del deepfake porteño no fue una excepción, sino un anticipo. Y vendrán otros, más complejos, más realistas, más difíciles de refutar. La IA llegó para quedarse y su uso en campañas será cada vez más habitual y sofisticado.
No es un cambio tecnológico: es un cambio de época
La inteligencia artificial no viene a reemplazar a nadie, pero sí, la ciudadanía en su conjunto y la política puntualmente, está siendo obligada a reinventarse. Estamos frente a un cambio de época donde ya no alcanza con estar en redes sociales: hay que entenderlas, dominarlas y actuar con la misma velocidad, creatividad y audacia con la que hoy operan quienes controlan la conversación digital.
La pregunta no es si la política va a usar IA, sino si será capaz de hacerlo con responsabilidad, estrategia y capacidad de anticipación. Porque en este nuevo ecosistema, el que llega tarde, pierde. Y el que no se adapta, queda fuera de juego.