La orfandad de liberales y conservadores

El autor señala que los conservadores y liberales actuales parecen haber abandonado los principios de sus "padres" intelectuales, priorizando la ignorancia, el materialismo y el fanatismo.

Los libertarios Javier y Karina Milei.
POLITICA

Al Dr Juan Fernando Segovia, titular de la cátedra Historia de las ideas (UM) In memoriam

Hacer un juicio crítico del comunismo, del nacionalsocialismo o del fascismo y sus matices populistas y regionales, como el socialismo del siglo XXI o el peronismo, resulta más o menos cómodo, ya que sus postulados son claramente poco republicanos o directamente antirepublicanos. Un poco más difícil resulta hablar de socialdemócratas, radicales y democristianos, por tener orígenes híbridos, pero que sin duda comparten algunas ideas tomadas del liberalismo político. Pero lo que costará definir, es a conservadores y a liberales por igual, aparentemente disímiles entre sí, pero unidos en más de una ocasión a lo largo de la historia. Veamos.

La fuerza y existencia del conservadurismo liberal responde a dos vertientes del pensamiento humano. El conservadurismo moderno quizás tenga su mejor expresión en la palabra precisa y profunda del irlandés Edmund Burke y el liberalismo filosófico y político quizás tenga esa expresión en la palabra racional e incisiva del francés Francois-Marie Arouet, más conocido como Voltaire. Aquí sus diferencias, pero sobre todo, aquí sus similitudes.

Ambos descreían de las revoluciones como método de solución a las injusticias sociales, pero el irlandés abogaba por una manera gradual, basada en las tradiciones, las costumbres y la religión; y el francés pregonaba el uso de la razón, el conocimiento humano y la sabiduría acumulada en la cultura grecolatina y el Renacimiento. Ambos creían en el libre mercado y ambos consideraban que las democracias o monarquías constitucionales, eran un remedio a los abusos del poder extremo que hasta esos días ejercían los reyes y la nobleza de Europa. Burke fue crítico de la Revolución Francesa por considerarla un estorbo en el progreso humano y una violencia extrema e innecesaria que produciría la descomposición social de Francia, lo que llevaría más de cien años poder reconstituir; Voltaire, por su parte, aborrecía de las turbas de linchamiento y toda expresión popular de fanatismo, incluido el entusiasmo revolucionario, más allá de la paradoja de que la muchedumbre revolucionaria coreara “¡Voltaire, Voltaire, Voltaire!” once años después de su muerte en la toma de La Bastilla. Tal vez la más significativa diferencia entre ambos pensadores fue que el conservador creía en los prejuicios culturales como camino de transformación y progreso, mientras que el liberal creía que había que luchar precisamente contra los prejuicios establecidos para transformar la realidad.

Lo cierto es que tanto el conservador como el liberal, navegaban en aguas profundas y difíciles, y fueron equilibristas que se animaron, en medio del movimiento de la Ilustración –de la que ambos formaron parte- a caminar sobre la fina cuerda de los pensamientos agudos, muchas veces en contradicción con la corriente mayoritaria de pensadores del siglo XVIII que daban por hecho el progreso indefinido de la humanidad. Ambos, expresaron sus ideas con independencia de la manada intelectual y sostuvieron su autonomía filosófica, en la que aun sin quererlo ni buscarlo, coincidieron en más de un punto.  Ambos sospechaban que la violencia política no era un camino adecuado para resolver problemas, que la tolerancia religiosa no podía faltar en una sociedad evolucionada, que el diálogo elevaba los corazones y que el poder del Estado debía ser limitado.

¡Quién lo diría, que Tanto Burke como Voltaire, pasados los siglos, se quedarían sin herederos! Lo diré de otra manera. Quién diría que los conservadores y liberales de hoy, hijos abandónicos de sus padres naturales, preferirían la ignorancia, el materialismo económico, la vocación de poder como objetivo exclusivo de la política y el fanatismo como método de exclusión ideológica. Es que no lo veo a Burke insultando a sus contrincantes políticos, sino más bien explicando a los electores de Bristol, de por qué la banca no es del partido sino de quien es elegido para ocuparla; tampoco lo veo a Voltaire a los gritos intentando silenciar a su oponente, sino más bien, expresando con ironía y buen gusto, los argumentos más inteligentes para sugerir alguna idea acerca de la tolerancia política y religiosa.  

Aquellos que hoy se autodefinen como “libertarios”, tal vez hayan acudido –en el mejor de los casos, si es qué- al gurú fundador, el norteamericano Murray Newton Rothbard, o a su discípulo, el economista alemán continuador de la Escuela Austríaca Hans-Hermann Hoppe.  Pero no parece que hayan leído o investigado los principios que nos dejaron Burke y Voltaire. Tampoco parece que hayan tenido afinidad intelectual con David Hume, con Jeremy Bentham o con John Stuart Mill, éste último un precursor no solo del libre mercado sino también de la igualdad de género, ni parece que hayan abrevado en las ideas del padre del liberalismo económico, Adam Smith, que defendió –entre otros derechos- la libertad sexual de los individuos, e incluso –según algunas interpretaciones- sosteniendo la libertad de elección reproductiva.

Ahora sí, conviene hacer un recorrido por casa. ¿Alguien piensa que los que hoy dirigen la nación son herederos intelectuales de Alberdi, Sarmiento, Roca, Pellegrini, Victorino de la Plaza, Roque Sáenz Peña o Marcelo T. de Alvear, este último, más conservador y liberal que radical? ¿Karina y Javier Milei, Lilia Lemoine, Toto y Santiago Caputo habrán leído alguna vez o sabrán quién fue el Dr.  Emilio J. Hardoy?

Mendoza es el lugar de los sueños de nuestros mayores. Conservadores y liberales en 1931 unieron sus fuerzas para crear aquel gran Partido Demócrata, y fueron los herederos indiscutidos de las ideas de Burke y de Voltaire. Es por ello justamente que supieron transformar este desierto en los tres grandes oasis que conocemos. Si, es verdad, lo hicieron al uso nostro, o a la usanza cuyana si se quiere, pero lo hicieron. Esta historia, hoy es solo un recuerdo.   

Los supuestos herederos -y entenados- de las ideas conservadoras y liberales en la Argentina y en Mendoza, esto es, los viejos partidos demócratas provinciales, el Pro y los libertarios, no parecen estar inspirados en aquellos padres del conservadurismo y del liberalismo. Todo esto, más allá de que ganen o pierdan una elección. Algo me dice que los conservadores y los liberales se han quedado huérfanos, pero huérfanos de hijos.

Audio relacionado

Podés leer también