El loco de Dios en el fin del mundo

Reflexión sobre el libro del autor español Javier Cercas que plantea el debate sobre la vida después de la muerte.

ANALISIS

El loco de Dios en el fin del mundoAsí se titula el libro reciente del español Javier Cercas ampliamente difundido en la feria del libro realizada en Buenos Aires.

El mismo tiene como figura principal al Papa Francisco, obispos de Mongolia, varios integrantes de la Curia Romana y al propio autor. Dialogan intensamente a través de sus muchas páginas fundamentalmente con el interrogante que enfáticamente propone Cercas sobre si para ser cristiano/católico hace falta creer en que hay una vida después de esta con una gran felicidad eterna o más simplemente si es cierto que después de esta vida hay otra. Es oportuno aclarar que él se confiesa ateo y anticlerical.

Una de las preocupaciones fundamentales de la sociedad actual es el papel en la vida humana de lo espiritual y lo trascendente, el lugar en ella de la religión y el ansia de inmortalidad.

La respuesta que dan los interrogados, sacerdotes y laicos del Vaticano, son variadas.

Otra forma de hacer la pregunta, haciendo aún más complejo el tema, es interrogar acerca de cuál es la buena nueva que trae el mensaje evangélico de hace 2000 años, que después de esta vida hay otra mejor y mas duradera o que el hombre es hermano del hombre y no lobo del hombre. O dicho de otra forma que asistir al necesitado de alimentos, salud, compañía, es la forma de amar a Dios.

Esta serie de interrogantes se complejiza aún más con la siguiente pregunta: cuando el Papa Francisco en forma reiterada reclamaba por los inmigrantes, por los pobres, por la paz, o el Arzobispo de Buenos Aires cuando en el Tedeum del 25 nos recuerda las muchas falencias y necesidades no cubiertas de una gran cantidad de argentinos ¿están hablando de política o es el suyo un mensaje espiritual, religioso?

Temas polémicos si los hay. 

Dicen algunos pensadores que la idea de la inmortalidad ya estaba en la antigua Grecia, por lo que no es una novedad del cristianismo, pero con la prolongación de la expectativa de vida, recordemos que a principios del siglo pasado estaba en aproximadamente 34 años y hoy estamos llegando a los 80, esta ansiedad por lo corta de esta vida, ha ido disminuyendo. Algunos la simplifican, como el caso de Mujica, quien siendo agnóstico expresa al final de sus días que tiene la ilusión de volverse a reencontrar con los que quiso en su larga vida.

Pero volviendo al libro de Cercas, una de las respuestas que obtiene a su pregunta sobre si hay otra vida después de esta y su importancia para sentirse o ser cristiano/católico, es que en realidad no es lo relevante, que lo relevante es sentir uno con uno mismo que a través de su dedicación, intención de verdad, de amar al prójimo como así mismo, y con eso el cumplimiento de las reglas universales para sentirse una buena persona, no robar, no matar, no mentir, honrar padre y madre…y en ese encuentro con uno mismo se encuentra con el amor de Dios. Entonces, si después hay o no otra vida no resulta relevante, porque a diferencia de cómo fue planteado en otras etapas de la historia de la Iglesia en que había que cumplir los mandamientos para ir al cielo, sino  tocaba el infierno, pareciera que el verdadero encuentro con Dios en esta vida se da en el encuentro con el otro como hermano.

Si así fuera tendríamos una respuesta al interrogante de que si los hombres de la Iglesia cuando hablan de los pobres, de los inmigrantes, de la guerra y señalan sobre los gobernantes y sobre toda la sociedad la responsabilidad que nos cabe por esas atrocidades están cumpliendo con su tarea de difundir el mensaje evangélico, y no implicaría que se inmiscuyen en la política, terreno que les está vedado.

Dice Cercas al respecto: 

Un versículo de San Mateo dice:

“ Bien aventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios.” 

Por el contrario, Borges dice: 

“Bien aventurados los de limpio corazón, porque ve a Dios.” 

Del futuro de san Mateo al presente de Borges: ahí radica la diferencia minúscula y descomunal entra ambas éticas. El ateo de Borges ejerce la virtud por sí misma, no en función de un premio o un castigo: el premio de la virtud es la propia virtud; para él el cielo no esta en el Cielo, sino en la Tierra: poseer un corazón limpio, obrar de una forma justa, valerosa y bondadosa constituye un bien soberano, exento, que nos enaltece y nos dignifica como personas: en otras palabras: proceder éticamente ya es ver a Dios. 

Por el contrario el cristiano de San Mateo obra de forma justa, valerosa y bondadosa porque, a cambio de la rectitud de su comportamiento en la Tierra, espera lar recompensa máxima en el cielo. 

Otros de los entrevistados en libro de referencia contestan que Dios, que es la misericordia infinita no distingue entre unos y otros, no importa la motivación, importa que el hombre/mujer ejerza la virtud.

Esta entonces sería una probable conclusión al dilema, es muy importante, casi esencial, intentar ser buena gente, intentar la virtud y para los que tienen la suerte, o el don de la fe es la forma de estar con o llegar a El, o que al final los reciba en el Cielo y para los que no, ser buena gente, intentar la virtud, dignifica a la persona, hace que su esfuerzo valga la pena.

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