El individualismo extremo, fase superior de la humanidad

ANALISIS

En 1835 Alexis de Tocqueville publicó el primer tomo de “La democracia en (norte) América”, fruto de un arduo viaje de estudios al corazón de los Estados Unidos de ese tiempo. Como buen observador y analista pudo describir un fenómeno que se avecinaba para todo el mundo occidental: la democracia, en contraposición a los ya decadentes regímenes autoritarios monárquicos, motorizada por el principio de igualdad de condiciones entre las personas. El “todos somos iguales” sería la premisa de los futuros gobiernos y constituciones. Vale como ejemplo el art. 16 de nuestra C.N.

Pero al mismo tiempo Tocqueville identificó peligros que podrían ser inherentes al sistema democrático y perjudicarlo, entre ellos se destaca el individualismo, término que acuñó para describir un sentimiento que lleva a cada ciudadano a apartarse de la masa de sus semejantes para retirarse a su círculo íntimo, de su familia y amigos. Para Tocqueville este, y otros males más, pondrían en riesgo a las democracias.

Hoy, a casi 200 años de esa monumental obra de Tocqueville, vivimos en una sociedad con un individualismo exacerbado, que se ha profundizado muchísimo gracias a las nuevas tecnologías. Si preguntamos a los niños de hoy qué quieren ser de adultos, sus respuestas ya no serán las típicas “médico”, “bombero” o “policía”, que escondían una concepción altruista de la vida. La contestación ahora será “youtuber”, “gamer” o “influencer”, es decir, conseguir éxito rápido, dinero y reconocimiento (en ese orden) sin mayores esfuerzos.

Gran parte de la adolescencia actual ya no vaga en grupo por las calles recorriendo bares, metegoles o pools, como siempre fue, sino que se encuentran encerrados en su propio mundo virtual. Y aquí aparecen los gravísimos problemas de adicción a las pantallas, a los interminables juegos online, a las apuestas virtuales o incluso, para afrontar tanta ansiedad, a las nuevas drogas.

Otro fenómeno notorio de esta época, ya en la edad adulta, es el trabajo por cuenta propia (o cuentapropismo), es decir, personas que trabajan de forma individual, sin estar integradas en un grupo humano. En nuestro país viene en notable ascenso, y ya representa un alto porcentaje de la fuerza laboral, impulsando el crecimiento de la informalidad, que ronda el 42% del total de ocupados.

Eso explica, en gran medida, la decadencia de los sindicatos y de los dos mayores partidos políticos de masas de la argentina: la UCR y el peronismo. Ambos se fundaron al calor de inmensos colectivos de inmigrantes y trabajadores que reclamaban participación y derechos. También revela el auge mundial de las ideas y políticas de derecha, centradas exclusivamente en propuestas individuales.

Y ni hablar del abusivo uso de las redes sociales, verdadera vidriera del individualismo: podemos ver el desayuno que consumió nuestra vecina, o el viaje caribeño que hizo un familiar, la montaña que escaló un fulano… Hay un afán por exhibir lo que hacemos, de mostrarnos para no parecer aburridos o inactivos, de decirle al mundo “acá estoy”. Todos, en mayor o menor medida, terminamos cayendo en esto. Y es probado (y lógico) que consumir esto genera angustias y ansiedades. Queremos, en el fondo, ser felices, y ver “felices” a los demás no nos genera solidaridad ni empatía sino envidia y deseo, o frustración por no poder vivir lo mismo.

Sí, el individualismo y el narcisismo han calado hondo en el mundo postpandemia, y no hay que dejar de verlo como un “mal”, como lo representó Tocqueville. Es necesario revertirlo. Si esto no ocurre vamos a ver caer nuestra ya frágil democracia.

Particularmente no tengo la respuesta, se la dejo a Tocqueville, que como remedio para el individualismo (o contrapeso) sugirió la Libertad de Asociación y el fomento de la Participación Cívica en los asuntos locales.

Yo solo puedo agregar, como recomendación, integrarnos y participar en nuestras instituciones (escuelas, universidades, clubes, sindicatos, iglesias, etc.), fomentar la vida en sociedad, salir un poco de las pantallas y volver a las reuniones o juntadas, a los asados. Lo que siempre nos trajo placer y alegría, estar en grupo.

Y, como base de todo, ser solidarios: con nuestros hijos, vecinos, con un peatón, con un cliente, ¡con cualquiera! Porque “solo una vida vivida para los demás merece ser vivida” (Albert Einstein).

Franco Pagano, politólogo y docente universitario

Audio relacionado

franco

Podés leer también