Después de Cristina presa, ¿qué?

El autor de la columna, Guillermo Elizalde, destaca la centralidad de Cristina Fernández de Kirchner pero llama al peronismo a buscar un modelo alternativo de provincia en Mendoza.

ANALISIS

La condena a Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión por la causa Vialidad vuelve a exponer una paradoja central de nuestra época: en medio del dolor social más crudo, hay quienes celebran el castigo a una figura política como si allí se resolviera el problema estructural del país. Mendoza no es ajena a esa lógica. Aquí el antikirchnerismo se volvió casi un dogma, un reflejo automático que impide pensar en profundidad.

Y sin embargo, Cristina eligió no esconderse. Podría haberse presentado como candidata a diputada nacional en 2023 y mantener fueros. No lo hizo. No fue rendición, fue un mensaje: entendía que el ciclo necesitaba revisarse. Fue un gesto político, pero también personal. A esa altura, ya no estaba disputando poder, estaba dejando una señal.

Por eso muchos dimos un paso al frente. Yo mismo fui parte de la lista encabezada por Ricardo Quintela en la interna del PJ para enfrentarla. No por rebeldía ni vanidad, sino por convicción: el peronismo necesitaba aire, una mirada federal y abrir espacio a liderazgos nuevos como el de Axel Kicillof y tantos otros que maduran en el barro de cada territorio.

Hoy, a la luz de lo que ocurre, comprendo con más claridad por qué Cristina debía asumir la presidencia del Partido más importante de la oposición. No por capricho, sino por historia. Reconozco que faltó diálogo, perspectiva y escucha. Pero no me arrepiento de haber intentado empujar otra opción. Porque el peronismo crece en la diversidad, no en la obediencia.

Lo que sí me preocupa —y mucho— es la comodidad con la que parte de nuestra dirigencia local se mueve entre los gestos públicos y la falta de propuestas. Algunos fueron a los Tribunales Federales o firman convocatorias simbólicas, pero no logran —o no quieren— articular un modelo alternativo de provincia. No alcanza con administrar municipios. Mendoza necesita ideas, coraje y estrategia.

Milei no inventó el malestar. Lo organizó. Canalizó el enojo en una oferta de venganza. Lo explica bien el libro de Los ingenieros del caos: en tiempos de redes y desconfianza, no gana quien tiene razón, sino quien interpreta la bronca. ¿Vamos a responderle con internas y silencios?

Lo que hace falta no es una rosca. Es una Proclama por una Mendoza con Equidad, una convocatoria transversal y sincera que convoque a quienes no se resignan a un país sin Estado ni justicia social. Hay que decir “no” al anarcocapitalismo, y “sí” a una comunidad que cuide a sus chicos, a sus mayores y también a sus programadoras, a sus artistas, a sus científicos, a sus estudiantes que sueñan con quedarse, no con irse.

Rompamos de una vez la idea de que Mendoza es conservadora por naturaleza. San Martín, Gobernador de Cuyo, liberó esclavos y formó el Ejército de los Andes sin pedir permiso ni ver encuestas. Apostó al futuro desde esta tierra. ¿Qué nos impide volver a hacerlo?

¿Y si empezamos ahí? Un nuevo acuerdo mendocino que incluya educación pública del siglo XXI, inteligencia artificial, bioeconomía, industrias limpias y una narrativa que enamore a los menores de 30 sin subestimarlos. Mendoza no necesita volver al pasado. Necesita mirar más lejos.

Tal vez así podamos volver a encontrarnos. No desde las obediencias ni las incondicionalidades, sino desde la voluntad sincera de construir algo más justo, colectivo y profundamente humano.

Un proyecto que no se agote en la gestión local ni en la rosca partidaria, sino que piense a Mendoza desde una clave verdaderamente federal.

Después de Cristina presa, lo urgente no es custodiar liderazgos, sino recuperar el sentido de la política: transformar la vida de nuestros vecinos. O vamos a discutir tristemente quién es el concejal o diputado?

Por Guillermo Elizalde – politólogo y abogado peronista

Audio relacionado

Guillermo Elizalde

Podés leer también