Cornejo y la UNCuyo en la encrucijada: la alianza con Milei y el costo para Mendoza
El autor analiza los movimientos y decisiones políticas del gobernador.
La política mendocina atraviesa un momento de definiciones cruciales. De cara a las elecciones legislativas de octubre, el gobernador Alfredo Cornejo enfrenta una contradicción cada vez más evidente: sostener su alianza con el gobierno nacional de Javier Milei implica aceptar y convalidar políticas que generan costos sociales, económicos e institucionales muy altos para Mendoza. El dilema se agudiza porque, mientras la retórica oficialista provincial insiste en la necesidad de “ordenar las cuentas” y acompañar el programa de ajuste, la realidad muestra un impacto regresivo sobre sectores productivos, sociales y educativos que constituyen la base de desarrollo de la provincia. Tal es la profundidad de la alianza que el primer candidato a Diputado Nacional es el cuestionado Ministro de Defensa de Milei, Luis Petri
La adhesión de Cornejo al ideario del “Estado mínimo” tiene un efecto directo en la vida mendocina. El freno a la obra pública nacional golpea de lleno en la infraestructura provincial, ya que más del 70 % de las inversiones en rutas, viviendas y saneamiento provienen de fondos federales. El ajuste sobre la educación superior, por su parte, pone en jaque a la Universidad Nacional de Cuyo, principal institución académica de la región y motor de movilidad social. Allí, el recorte presupuestario se traduce en salarios docentes depreciados, carreras con riesgo de cierre y una caída en las condiciones de enseñanza e investigación.
Los datos confirman que Mendoza está pagando un precio alto. Según los últimos informes del INDEC, en el Gran Mendoza la pobreza alcanza al 42,2 % de la población, por encima del promedio nacional (38,1 %), y la indigencia al 6,7 %. La provincia también muestra dificultades laborales: la desocupación se ubica en torno al 6,5 % y crece la informalidad, lo que afecta particularmente a jóvenes y trabajadores de todos los sectores.
La contradicción se vuelve aún más evidente en el plano universitario. Franja Morada, agrupación estudiantil históricamente ligada al radicalismo y hoy conducción en varios centros de estudiantes de la UNCuyo, ha acompañado sin fisuras la estrategia política de Cornejo. Sin embargo, los mismos estudiantes y dirigentes que se encolumnan detrás del oficialismo provincial están padeciendo el desfinanciamiento educativo nacional. El ajuste de Milei a las universidades públicas erosiona las bases materiales de aquello que dicen defender: la educación pública, gratuita y de calidad como bandera histórica de la Reforma Universitaria.
Las autoridades universitarias no están exentas de esta contradicción. La rectora Esther Sánchez y el vicerrector han tenido que reconocer públicamente que los aumentos presupuestarios nacionales resultan insuficientes y que la UNCuyo atraviesa serias dificultades para garantizar su normal funcionamiento. No obstante, al mismo tiempo mantienen una relación de connivencia política con el oficialismo provincial, y por añadidura, con el gobierno nacional que impulsa esos recortes. Esta ambivalencia debilita la defensa de la universidad pública y coloca a la conducción académica en una posición incómoda frente a su comunidad docente y estudiantil.
En este escenario, la encrucijada política de Cornejo es también un dilema ético e institucional. ¿Cómo explicar a la ciudadanía mendocina que se apoya a un gobierno nacional que reduce los fondos que sostienen la obra pública, la vitivinicultura, la educación universitaria y la salud? ¿Cómo justificar ante el electorado que se acompaña a Milei mientras los indicadores sociales marcan un aumento de la pobreza y de la indigencia en la provincia?
El costo de esta alianza no es menor: Mendoza, quinta provincia más pobre del país según cifras recientes, se ve obligada a transitar un sendero de mayor fragilidad. Mientras tanto, el radicalismo local arriesga su capital político al atarse a un proyecto nacional cuyo horizonte es incierto y cuyos efectos regresivos ya son palpables.
La situación de Cornejo puede resumirse en una paradoja: para sostener su poder territorial se alinea con Milei, pero en ese mismo movimiento profundiza el deterioro de la provincia que gobierna. Una contradicción que, de cara a las elecciones legislativas, abre un interrogante central: ¿apostará la ciudadanía mendocina a convalidar este modelo de ajuste o buscará alternativas que prioricen la defensa de sus recursos, de su producción y de su universidad pública?
Mendoza, rehén de la lealtad política
En definitiva, la provincia está pagando el costo de una lealtad política que beneficia a unos pocos, pero debilita a las mayorías. Cornejo se muestra como socio confiable del poder central, aunque el precio sea la postergación de su propia provincia. Las calles sin obra pública, los hogares sin ingresos suficientes y las aulas universitarias sin presupuesto son hoy el espejo de esa encrucijada. Y será el electorado mendocino, en octubre, quien decida si esa fidelidad política merece continuar, o si es tiempo de poner en el centro a Mendoza y no a las urgencias de la Casa Rosada.